Los sindicatos hicieron su trabajo. Elevaron el tono para advertir que, como ya ha pasado en varios sectores, están dispuestos a convertir el otoño en un infierno si no hay mejoras salariales. ¿Por qué no seguir el camino que han alfombrado hasta el éxito los denominados letrados judiciales, con su derecho a la huelga, que machacó a los ciudadanos y a la Justicia y que ahora copiarán también los fiscales y los jueces descontentos con sus nóminas? Hasta aquí, bien. Las centrales sindicales hablan de desproporcionados beneficios empresariales, sin mencionar, por supuesto, que cualquier emprendedor no tiene nada más que proponérselo y montar una empresa. Ellos mismos lo pueden hacer. Si diesen ese paso, alucinarían con los deberes y las obligaciones, cada vez más, a los que está sometida la iniciativa privada en este país. Ser empresario es casi ser un héroe. ¿No sé ser sindicalista? Seguro que también. Pero era su día, su fiesta, y tenían su momento para alzar la voz y presionar por los salarios.
Fue justo el mundo de la política el que más sorprendió ayer. Sorprendió a los incautos. Hace tiempo que estamos en campaña permanente, un lodazal de ruido que no lleva a ninguna parte. Tenemos dos procesos electorales en marcha, el de este mes, con municipales y autonómicas en algunos territorios, y el de finales de año con la guinda de las generales, y los profesionales de las siglas no iban a quedarse sin sus continuos minutos de gloria. Los políticos tenían que apropiarse de la fiesta sindical y así lo hicieron. Todos ellos. Sánchez, desde las redes sociales, sin bajar a la arena. No está el presidente para bajar mucho a la arena. Por mucho menos que a él todavía no le hayan montado una huelga general. A Felipe González en su día sí se la hicieron, una convocatoria que dejó heridas profundas.
Tampoco faltó a la cita Cuca Gamarra. El PP, con ella de guardia, resumió el Primero de Mayo de forma magistral. Solo hay que despedir de su puesto de trabajo como presidente a Pedro Sánchez para que se empiecen a solucionar los problemas de este país. Suena sencillo. Genial fue la aparición de Santiago Abascal. El líder del Vox dijo que el único sindicato auténtico que se preocupaba por los trabajadores era el que representaba su partido. Ellos sí que estaban con los asalariados, a los que por cierto nos caen de todas partes (compra, hipotecas...). Machacada clase media.
Hubo festival de ministras en la manifestación de Madrid. Todas juntas, y por una vez no revueltas. Yolanda Díaz a una prudencial distancia de Irene Montero, pero a la vista de las cámaras para salir en la foto. Las ministras fueron más radicales que los líderes sindicales contra los beneficios empresariales. Yolanda Díaz, la primera. También Irene Montero. Y pronto se sumó María Jesús Montero para que el PSOE no faltase con su cuota de radicalidad en el Primero de Mayo, en el día de la propaganda electoral. Era el escenario perfecto para volver a presentar un resumen de lo que vamos a vivir durante los próximos ocho meses. El PSOE y sus aliados intentarán tensar la cuerda al máximo con mensajes infantiles que casaban a la perfección con la jornada que se celebraba: los empresarios son despiadados y la culpa de todo es de sus desproporcionados beneficios. La derecha no gobernará para todos. Lo hará para el poder. Un tebeo para niños. ¿No están en el poder y son el poder Sánchez, Yolanda e Irene?
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