Los inolvidables recuerdos de un pasado franquista

OPINIÓN

Un niño mira el interior de una urna en un colegio electoral en Authon, durante la segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia.
Un niño mira el interior de una urna en un colegio electoral en Authon, durante la segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia. GUILLAUME SOUVANT | AFp

05 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

A finales del presente mes de mayo y en plena campaña y preocupación por la declaración de la renta, de cuánto tendremos que pagar, o si nos tienen que devolver, afrontamos también otros acontecimientos importantes para el futuro de nuestras vidas, como las citas electorales del 28 M y la de finales de año, porque, nos lo creamos o no, de ello va a depender en gran medida todos aquellos asuntos básicos esenciales que nos van afectar en el día a día de los próximos cuatro años.

Corren muy malos tiempos en cuanto a sensaciones políticas para el conjunto de la humanidad. El descrédito político es enorme. Lo sabemos. Pero por mucho cabreo que llevemos dentro, vamos a seguir dependiendo de la introducción de una papeleta en la urna de cristal y solo de nosotros depende todo lo que vaya a ocurrir a lo largo de la próxima legislatura.

Las actuales democracias, o simulación de ellas, se ven amenazadas por un peligroso crecimiento del fascismo a nivel mundial. Ahí tenemos los ejemplos recientes en los que se cuestionan resultados electorales. Los trumpistas asaltando el capitolio, los bolsonaristas intentando lo mismo contra el recién elegido Lula, el también fracasado golpe en Perú el pasado mes de diciembre por el entonces presidente Pedro Castillo para tapar la corrupción, y también otros asaltos y ocupaciones en lugares muy cercanos en una lucha de poder sin precedentes en la historia política de la Asturias denominada progresista, que no se corresponde para nada con una supuesta sociedad civilizada.     

Preocupa también lo que está ocurriendo aquí, en nuestro país, con las continuas amenazas y ataques a las instituciones, por parte de la extrema derecha, que nos hace recordar tiempos pasados no tan lejanos.

La historia no se puede olvidar tan fácilmente, sobre todo cuando en ella esta reflejado el horror y los asesinatos de una época que da miedo recordar, pero que es necesario hacerlo, para tomar conciencia de que jamás se puede volver a repetir, y más aún cuando vemos declaraciones continuas y temerarias de los herederos del fascismo, que parecen envalentonados en su patriotismo, que nos quieren hacer ver como único y ejemplar. Solo ellos son patriotas, el resto somos rojos comunistas, o independentistas que se deben exterminar de la faz de la tierra, como ya dijeron públicamente sin inmutarse ni un pelo.

 La derecha heredera de aquel tiempo sigue demostrando que están presentes con todo su odio hacia todo lo que se mueve que no es de su ideología. La del colegio de pago, de prietas las filas y golpe de pecho, la del palco de honor y el tendido de sombra, la del caudillo bajo palio, la del NODO y del movimiento inmovilista, la del cafre con la cabra, la de la camisa azul y del fanático con correaje, la del fusilado de cuneta, la del imperio hacia Dios, la de los pistoleros de Atocha y de aquella semana negra de Madrid de hace 46 años llena de asesinatos recién fallecido el Caudillo. La de los banqueros inmaculados, la del botón de ancla y el señorito con derecho de pernada, la del estraperlo, la del aguilucho de piedra y bandera. Parece que se ha vuelto falsa, agorera, desquiciada, agresiva, humillada, expoliada y ansiosa de recuperar el poder al precio que sea.

Se ha roto el consenso del bipartidismo y su séquito, el neoliberalismo tacheriano que brota en los ochenta, que contamina, potencia la desigualdad, el abuso y la miseria.

La monarquía española ensucia la corona y huye a otra tierra. Y a quien les canta las cuarenta, lo tildan de populista y lo apellidan de extrema izquierda. No son corruptos, y eso molesta. Rompe con los esquemas.

La política de alianzas y coaliciones han forzado a quienes presumían ser de izquierdas, pero solo para captar votos y enriquecer a la derecha, por resultarles probablemente de mayor interés de tener que asumir políticas realmente de izquierdas.

Sin embargo, vemos claramente, como en esta última legislatura se está dedicando más tiempo y recursos públicos a los damnificados tradicionales del bipartidismo. Ha habido un cambio de estrategia, el exigido por una izquierda que defiende realmente a los más desprotegidos.

Lo real es que, pese a quien pese, se ha adulterado el consenso que decidió cargar sobre las rentas más bajas la crisis financiera más reciente.

La Justicia ha sido sometida a la crítica y el escrutinio democrático con resultados no siempre unánimes ni favorables. Los derroches en gastos militares, las guerras negocio, y la traición al pueblo saharaui han sido objeto de rechazo público.

La congelación de las pensiones ya no es la solución de otro tiempo. El salario mínimo se ha elevado de forma considerable, aunque no en la proporción deseada. La iglesia inquisidora o afanadora de lo ajeno, ha sido llamada por su nombre. Iglesia profanadora de la intimidad infantil y denunciada por sus abusos tapados siempre por los de antes y los que ahora quieren volver. La banca y las grandes corporaciones energéticas han sido criticadas y gravadas como corresponde.

Después de cuarenta años de tolerancia con el nacional catolicismo y sus víctimas de fosa y cuneta, ha visto la luz una Ley de Memoria Histórica en un acto de recuperación de la dignidad del Estado Español y de reconocimiento y trato digno y justo para las víctimas y sus familiares. Han dignificado a la sociedad española liberándola de un secuestro ideológico de naturaleza fascistoide.

Todo este cúmulo de avances sociales, a lo que hay que sumar la recién aprobada Ley de Vivienda, que favorecen a la mayor parte de la ciudadanía marginada y excluida socialmente, es lo que realmente irrita, desestabiliza y embrutece a la derecha tradicional y sus satélites más asilvestrados.

Su discurso se ha endurecido y embrutecido, con manifestaciones aberrantes, que anuncian la disgregación del territorio nacional, cuando lo que realmente importa es la segregación progresiva de unos ciudadanos frente a otros.

Se criminalizan los acuerdos con Bildu, Podemos y otras fuerzas políticas tachadas de comunistas radicales, cuando son formaciones como cualquier otra de las presentes en el Parlamento, incluso bastante más respetuosas con los derechos y libertades de la gente, que aquellos que se refugian tras la bandera patriótica, para justificar todo tipo de abusos en nuestra sociedad.

En definitiva, la derecha sufre porque ha sido destapada por un país que quiere sacudirse las prácticas, señuelos y promesas fraudulentas de los herederos de los de siempre.

Soy consciente de que estos comicios son solo autonómicos y municipales, pero son la antesala de lo que puede ocurrir en la próxima cita de finales de año. Es mucho lo que hay en juego, para no volver a retroceder en lo conseguido, y Francia es el punto de referencia hacia el que debemos mirar.

Cándido González Carnero, exsindicalista Sector Naval