Inteligencia artificial, estupidez natural y superioridad moral

OPINIÓN

La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, en un acto de Sumar en Las Palmas de Gran Canaria.
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, en un acto de Sumar en Las Palmas de Gran Canaria. EUROPAPRESS

01 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Ocurrirá con pocos días de diferencia y se nos juntarán las tres imágenes en la retina. La plana mayor del PP hace una aparición estridente en Madrid con Yadira Maestre, la iluminada evangélica de Usera que cura la homosexualidad y el cáncer; Ana Obregón monta un circo con su bebé recién comprado; y se presentará ya explícitamente Sumar y la candidatura presidencial de Yolanda Díaz. No son cosas parecidas, claro. Pero la estupidez rebosa en las dos primeras y acecha la tercera, en otro dialecto. Cuando la inteligencia artificial se esparce en las máquinas, la estupidez de toda la vida sigue anidando orgullosa en los humanos. Seguramente el miedo a la inteligencia artificial es parte de la estupidez natural. Porque es estúpida la alarma por los nuevos horizontes que se abren para la mentira, como si viviéramos en el reino de la verdad. Sobran ejemplos de mentiras exitosas, de estados o de grupos antisistema. Pero sobre todo no sé a qué vienen esos desmayos cuando se generaliza la posverdad, que el Diccionario de Oxford condecoró como palabra del año en 2016. La posverdad no es una mentira de las de toda la vida, que suponen ocultación. Cuando se descubría la verdad, el mentiroso quedaba desautorizado. En la posverdad no hay que ocultar el embuste. Simplemente no importa la verdad, solo importa lo que confirma la ira o el odio. No importa que Irán no financie a Podemos, que el 8M no fuera significativo en el avance de la pandemia o que en Cataluña los niños que hablan en castellano vayan a mear como los demás. Lo que importa es cuánto odies a Podemos, a las feministas o a los catalanes. Así que, si los hermanos o descendientes de ChatGPT traen un arsenal de recursos para desfigurar la realidad, llegan clamorosamente tarde. Ya no importa lo que sea verdadero o falso, las artes de ocultación ya no sirven.

Una de esas imágenes de la retina es, decíamos, la presentación de Sumar y si corregirá o intensificará la estupidez que se enredó en su gestación. La izquierda siente tener superioridad moral frente a la derecha. Y la tiene. No ser racista es moralmente superior a serlo. No ser machista es moralmente superior a relegar, en dosis variables, a las mujeres. Aceptar la monarquía porque lo dice la Constitución, pero seguir leyendo hasta donde dice que somos un estado aconfesional, es moralmente superior a leer solo que tenemos un Rey y entregar la enseñanza a la Iglesia y el Opus Dei con recursos públicos y mantener privilegios fiscales de la Iglesia. Defender que tenemos que pagar impuestos según nuestra renta para nuestros servicios básicos es moralmente superior a bajar los impuestos de los ricos y degradar la protección y derechos de la población. Sentir que se tiene superioridad moral no es altanería ni soberbia. Es tener principios y una referencia sólida de lo justo y lo injusto. El problema es el que planteaba Aldecoa con el personaje de Dña. Francisquita. Tan malo es ser un vicioso de la virtud como un virtuoso del vicio. El problema es que ser moralmente superior sea la manera de ver y estar en la vida pública. La parroquia progresista no puede dejar de medir su moralidad y de ver superioridades y sobre todo inferioridades morales sin parar, en lo que importa y en lo que no importa. Ese momento en que un izquierdista dice «ya empezamos, huy, este / esta no me representa» parece un momento melancólico o de decepción. Pero cada vez me convenzo más de que es un momento feliz, el momento en que marca una nueva superioridad moral, el momento en que se refuerza la talla propia porque alguien no da la suya. Además, ser moralmente superior a la derecha es fácil, en eso consiste ser progresista, pero la superioridad moral con respecto a otro izquierdista se basa en los principios «de verdad», los difíciles, los auténticos. Solo así se puede entender este virus de división estúpida que tiene siempre acatarrada a la izquierda y solo así se entiende que la trinchera donde pone más plomo cada izquierda sea la que la separa de otra izquierda. La eterna cuestión del Frente Judaico Popular y el Frente Popular de Judea. En la derecha también pasa, pero en la izquierda es estructural. Pedro Sánchez es listo, no bueno, listo. Nunca se le ve atacar al PSOE caoba que le echa espumarajos y rarísima vez atacó a Podemos. Es listo. La cosa es que Sumar tiene que despegar, que Podemos no puede más que bajar y que Sumar no despega sin Podemos; que si se presentan en dos candidaturas regalarán un montón de diputados a la derecha y la ultraderecha, valga la redundancia; y que tienen el ejemplo de Italia donde, con una mayoría de votos para la izquierda, gobierna quien se dice heredera de Mussolini. ¿Qué diferencia a Sumar de Podemos en educación, sanidad, jubilaciones, vivienda, regulación laboral, impuestos, libertades, igualdad o laicidad? Si no son esas cosas, la división será un catálogo de la estupidez. Incluyo las antipatías personales. Quien no sea capaz de colaborar en proyectos complejos con gente a la que no soporta, que deje la política. No sé si en la presentación de Sumar veremos inteligencia o estupidez. Hasta el día antes solo tuvimos estupidez. Y como se consume la variante estúpida de este asunto, al día siguiente tendremos la joya de la corona: la superioridad moral que cada uno exhibirá frente al otro.

La izquierda debería fijarse en cómo consiguieron los ricos imponer el neoliberalismo salvaje como sentido común, cómo fueron convenciendo a la gente de que ya no son sostenibles las jubilaciones y la sanidad, que no se pueden poner impuestos a los ricos, porque son los que crean empleo, que hay que adaptar el sistema educativo al informe PISA y que el estado de bienestar es un fracaso. Lo hicieron de una manera muy sencilla: poco a poco. Lo consiguieron marcando un rumbo y no desdeñando avances pequeños. En la izquierda, siempre ávida de superioridad moral, se percibe la gradualidad como moderación y la moderación como renuncia. En parte es por la experiencia continuada del PSOE. Lo característico del PSOE no fue renunciar, que eso es inevitable. Fue convencerse de que no renunció y de que la renuncia era lo progresista. Y fue renunciar siempre que la firmeza supusiera rozar con poderosos: banca, Íbex e Iglesia. Para muestra un botón: después de décadas de privilegios fiscales de la Iglesia, anuncian a bombo y platillo una propina de 16 millones que la Iglesia aceptó detraer de su botín anual. Así que es en parte lógico el resquemor. Pero, como la izquierda siga prefiriendo resetear el sistema a dar un paso modesto, seguiremos viendo el carnaval autodestructivo de siempre. Solo se cambia el sistema como lo cambiaron los ricos de los 90 para acá: poco a poco.

Postdata. Asturias tiene el 1,88% del PIB nacional, el 2,09% del territorio nacional y el 2,15% de la población nacional. Asturias es apenas el 2% de España. Hice la cuenta cuando el desaguisado de FEVE, porque esa cuenta explica muchas cosas. La tragedia de los incendios tardó muchas horas en aparecer en los informativos nacionales. Desde hace décadas, Asturias viene ocupando en la mirada nacional y las preocupaciones de los gobiernos el 2% desganado que es. Si nadie te ve, porque nadie te mira, puede arder la Comunidad entera o un matón del tres al cuarto como Villa puede sostener una próspera mafia por décadas. Que coja desprevenidos una adversidad que se sabe que va a suceder es puro abandono de todas las administraciones. Una catástrofe como esta y la dejadez en su previsión es uno de esos momentos en que es fácil pensar en este Frankenstein territorial que tenemos montado, que articula como calderilla territorios que son el 2%, con territorios como Madrid, que hace de estado dentro del estado, o el País Vasco, que hace de estado libre asociado. El Senado de EEUU es una cámara poderosa que hace leyes que no pasan por la Cámara de Representantes, aprueba nombramientos presidenciales y puede encausar a miembros del Gobierno. Hay 2 senadores por cada estado. El minúsculo estado de Maine tiene 2 senadores y el enorme y poderoso estado de California otros 2. Aquí el Senado es una cámara parásita que clama al cielo y por eso el que sea el 2% de España solo puede sentarse a mirar el fuego, la despoblación y el aislamiento.