Una Asturias de dos millones de habitantes no sólo es posible, es probable: cómo debería prepararse

OPINIÓN

27 may 2023 . Actualizado a las 13:28 h.

Puede haber algún espejismo estadístico ocasional, pero, con casi toda certeza, Asturias certificará este año que baja del millón habitantes. Es sólo un número, claro que es algo simbólico, pero los símbolos importan y mucho; y los números tienen consecuencias reales en la representación política y territorial en el Estado. A pesar de todo, con un cierto ánimo de provocación, pero con un convencimiento muy firme, yo estoy por apostar que cuando acabe el siglo Asturias tendrá el doble, quizá más, de habitantes. Va a ocurrir por múltiples factores, aunque el principal será el clima, y podemos afrontar ese cambio desde la necesidad o desde la prosperidad.

Ni siquiera tiene sentido ya detenerse a discutir con los negacionistas (que lo son por sincera estupidez o por malvado afán de desinformar); el aumento de las temperaturas es una evidencia que nos abrumará más verano a verano. El pasado se rompieron los registros históricos en Oviedo, y en Gran Bretaña se alcanzaron cifras que no se esperaban hasta 2050. La previsión al acabar el siglo es tremenda para Asturias: seis grados más de media y una reducción de la lluvia del 40%. Al sur de la cordillera va a ser devastador. Mi idea es centrarme en Asturias en este artículo, pero no se puede dejar de mencionar que hay modelos económicos, de turismo y agricultura, en otras áreas de la península que son completamente insostenibles y su final es una cuenta atrás. Lo quieran admitir o no.

Más seca y más soleada Asturias seguirá siendo un lugar de clima suave atlántico, pero ya no la que los asturianos del presente conocimos en nuestra infancia; y aún así podrá ofrecer su habitabilidad como un atractivo y no pequeño. Pero eso no basta, porque lo que de verdad atrae y arraiga población es el empleo y nadie tiene ninguna varita mágica para dar con él. Menos en una comunidad vareada por reconversiones consecutivas y además mal resueltas; la verdad es que sobre todo por deméritos de los nativos, pero también, y es algo que no deberíamos engañarnos más negándolo, por desidia y abandono de una administración estatal para la que cada vez pintamos menos.

En buena medida el desarrollo económico de Asturias depende de la apertura de infraestructuras que conecten con ejes de comunicación europeos, pero incluir a la comunidad en el Corredor Atlántico ya requirió un esfuerzo extraordinario y coordinado con Galicia porque la Administración Central no lo había considerado en un inicio. La Variante de Pajares ya va por la decimoséptima demora en un encadenamiento de despropósitos en los que han tenido parte gobiernos del PSOE, del PP y el de coalición. El problema no es ningún partido, el problema es que para los organismos estatales concentrados en la capital nada relacionado con el noroeste es una prioridad.

Y no es porque nos tengan manía, ni por prejuicios, ni es una cuestión de identidades; es simplemente que pesamos muy poco y de forma menguante en la administración. La forma de corregirlo son las alianzas entre comunidades y merece la pena detenerse a pensar los detalles de en cuáles puede integrarse Asturias y cuáles son sus orígenes. Obviamente la propuesta de macrorregión europea, contando con todas las comunidades del cantábrico, enlazando con el norte de Portugal y hacia Aquitania en Francia por el País Vasco resulta crucial. Por un lado, porque en el Atlántico luso se quiere impulsar un gran polo de energía eólica, de capacidad continental, que va a requerir producción industrial metalúrgica, almacenamiento energético y vías de transporte del mismo calibre; y Asturias le interesa participar en todos esos ámbitos.

Por otra parte, y en el plano político, nadie se ha detenido a observar (porque casi nadie mira para aquí) el giro estratégico que supone que el gobierno nacionalista vasco haya sido uno de los principales impulsores de esa macrorregión, presionando al Gobierno central para que la ponga sobre la mesa en la presidencia de turno de la UE y lanzando conversaciones con Francia para que no relegue la conexión por Pirineos del Corredor Atlántico. A la fuerza ahorcan. Pero tras décadas en las que el debate político en España ha sido agitado y polarizado en extremos por lo identitario, por el soberanismo, aquí tenemos una comunidad de gobierno nacionalista, una abrasada por el terrorismo hasta hace unos años, tendiendo lazos y alianzas con otros territorios como forma de marcar ante el Ejecutivo central sus demandas y prioridades.

El germen primero de estas alianzas de territorios del noroeste partió de Asturias, Galicia y Castilla y León, y de hecho, en pleno estallido del procés catalán se presentó como alternativa de colaboración entre territorios frente al independentismo. Se presentó así explícitamente por parte del entonces presidente asturiano Javier Fernández y por el gallego, hoy presidente del PP, Alberto Núñez Feijoo. «Hay una España de las autonomías que funciona, ajena a procesos desestabilizadores»; esas fueron las palabras del hoy máximo dirigente conservador. A esa alianza se han ido sumando más comunidades ¿no sigue siendo un ejemplo mejor que otros de la 'España de las autonomías que funciona'? 

Una Asturias que pueda ser pujante económicamente necesita desarrollar las conexiones del norte y un enlace directo hacia Europa por el norte. Olvidémonos de las viejas discusiones para poner denominaciones en los preámbulos de los Estatutos de Autonomía, que si nacionalidad, que si comunidad histórica. Lo que importa de verdad es el concepto de comunidad pyme, que es lo que somos todas las del Cantábrico, pequeños y medianos territorios que a veces reciben un azucarillo, pero que uno por uno siempre podrán ser relegados. Y para crecer necesitan coordinarse, colaborar. Porque en la capital ya no van a encontrar ningún aliado, con ningún gobierno de ningún color.

La capital, Madrid, la gran metrópoli, ya vive completamente ensimismada y no tiene nada de comunidad pyme, al contrario. Es de forma indudable el gran motor económico del país, el gran acumulador de población joven ¿pero cuál es la base de todo eso? En la desértica meseta del futuro por encima de los 40 grados permanentes seguirá siendo la megápolis más potente de la península, como una gran urbe del actual Golfo Pérsico y su petróleo es la capitalidad. El secreto de Madrid es concentrar las sedes estatales de todo (hasta de organismos marítimos) y de todas las grandes empresas y medios de comunicación «nacionales». Nada más. Nada menos tampoco. El proceso por el que la capital se está inventando una identidad particular como L'América peninsular, paraíso libertario donde cuando nieva cada cual recoge con su pala, con su dumping fiscal desleal, no se va a detener, va a crecer. En la práctica ya el nacionalismo español realmente existente es regionalismo madrileño y lo van a defender con uñas y dientes hasta el final. En esa idea de España, en ese nacionalismo español concreto, el sitio de Asturias es una terraza de menú con cachopo, sidra, pan y postre, abundante y barato. 

Muchos de los grandes opositores de los nacionalismos periféricos, de sus locuras identitarias, cierran los ojos cuando la locura es del nacionalismo español y la propuesta identitaria que llega es color rojigualda. Pero sigue siendo nacionalismo, también excluyente, también dictando quiénes son buenos o malos españoles, y es algo que se aprecia de forma creciente en el conservadurismo propio de la capital y de unos medios de comunicación supuestamente nacionales pero que en la práctica sólo están dedicados a la mega urbe central y el resto sólo pueden aparecer como caricatura pintoresca, porque hablan raro y mal, porque nació el ternero de dos cabezas. Y tolera al paleto simpático que sirve un culín en las vacaciones, pero no le puede dejar ser nada más. Y lo cierto es que Asturias podría alcanzar también así esa cifra de dos millones de habitantes; desde la necesidad. Como refugio climático pero no como protagonista sino al servicio de los más afortunados, siendo el solar donde construyan sus mansiones apartadas de la plebe. Cuidado con eso.

En el camino de la prosperidad, Asturias tiene los mimbres para ser una comunidad con una industria de nuevo potente y un clima atractivo, capaz de seducir a una población creciente que se establezca en el territorio. Y puede hacerlo con una herramienta, la colaboración entre territorios, mucho más cívica y constructiva que el nacionalismo y deriva identitaria que hoy se oferta como solución, también en el nacionalismo español.