En 1922, Lenin le otorgó a Ucrania la categoría de Estado. Un siglo después, Putin decidió invadir el país vecino y crear un notable estropicio bélico. Algo extraño, porque el presidente ruso figuraba como un tipo sereno, frío y calculador. Pero, como si se hubiese hartado de la serenidad de la que presumía —y quizá impulsado por algún exponente o recuerdo del ultranacionalismo soviético— procedió a invadir Ucrania, convencido de que un gobernante ruso solo es grande si hace crecer el mapa de Rusia.
Tal vez había repasado los libros de historia, remontándose hasta el propio Iván el Terrible (el primer acrecentador de Rusia), seguido por Pedro el Grande y Catalina II, entre otros. Quizá fue esta tradición la que lo llevó al convencimiento de que había llegado la hora de aumentar, una vez más, el espacio de Rusia. ¿Y qué tenía más a mano? Ucrania. Sí, la actual Ucrania, hoy sometida a serios desgarros, en un proceso que todavía no ha terminado. Porque, para acabar de complicar la madeja, ya ni siquiera China se ha inhibido a la hora de pedir un alto el fuego en Ucrania, algo que ha asombrado a un Occidente perplejo y escéptico.
¿Ha condenado China realmente la invasión de Ucrania por parte de Rusia? No explícitamente, pero está claro que pretende rebajar el riesgo nuclear que percibe en el horizonte: un conflicto en unos términos bélicos que China no desea, entre otras cosas porque contradice su filosofía de un expansionismo económico internacional. Dicho en otras palabras, las consecuencias del belicismo de Putin podrían ser una traba para el expansionismo económico chino.
¿Cómo se sale de este embrollo? Esta es la cuestión. Porque la buena relación ruso-china podría resultar dañada por el belicismo creciente o descontrolado de Putin. Por eso el Gobierno de Pekín pide un alto el fuego real, es decir, un tiempo que permita reencauzar el conflicto hacia una salida viable e internacionalmente aceptable.
Es cierto que de las palabras a los hechos queda todavía un buen trecho, y quizá aún habremos de ver nuevas maniobras bélicas que, paradójicamente, quieran conducir hacia una salida aceptable del conflicto. ¿Cederá Putin? Tal vez ni él mismo lo sabe. Pero el paso del tiempo es siempre implacable.
De momento, seguimos en que China ha pedido un alto el fuego y todos los demás permanecemos expectantes… o quizá solo escépticos. El tiempo dirá.
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