La Asturias actual es la peor que hemos conocido en toda su historia, jamás habíamos llegado a tanta profundidad, tan solo nos queda el triste recuerdo de tiempos pasados mejores, de aquellos años cuando sentíamos las sirenas de las fábricas y miles de trabajadores/as entrando y saliendo, sin preocupaciones por el empleo, ni la precariedad, ni por las necesidades que hoy padecen una buena parte de familias en esta Asturias en plena decadencia.
Por mucho empeño que ponga el gobierno y toda la clase política, empresarial y sindical asturiana en querer presentarnos un panorama ilusionante, la realidad de lo que tocamos con los dedos de la mano es bien distinta.
Conocemos sobradamente que los engaños basados en falsas expectativas se diluyen con el primer soplo de nordeste, pasando de la ilusión a la frustración de saber que por desgracia para los intereses de los/as asturianos/as, que otra Asturias no es posible, al menos mientras la sigan gestionando los mismos que la llevaron a esta situación de destrucción permanente. Los mismos que ahora ya ven cercano el próximo 28 M y nos vuelven a poner sobre el papel que todo lo aguanta, promesas que nunca se van a cumplir, pero que casi con toda seguridad seguirán representándonos en los próximos cuatro años.
Desgraciadamente la realidad existente hoy, nos hace ver que Asturias sigue siendo un valor a la baja desde que empezó a perder su principal tejido industrial, que generaba empleo estable y de calidad para los intereses de nuestra economía, y que ahora ya no existe, o el poco que queda se sigue perdiendo de forma traumática.
Asturias, por mucho turismo que nos visite en verano y por muchos mensajes de optimismo que el presidente Barbón nos envié, vive hoy la crisis económica, social, política y cultural más grave de su historia, con una tasa de desempleo elevadísima y la constante perdida de tejido industrial y de empleo. Esta situación que venimos padeciendo desde principios de los años 80 con el proceso de reconversión industrial, lejos de mejorar sigue empeorando de forma alarmante, sin que el gobierno de Barbón, ni los anteriores, ni el resto de la clase política, sean capaces de aportar otras soluciones, que la imposición de más de lo mismo.
Asturias es la primera comunidad autónoma con mayor tasa de empresas en crisis. A la larga lista de empresas ya desaparecidas debemos de añadir la amenaza que se cierne en otras industrias, que ven en peligro su continuidad o la reducción importante de más empleo y mayor precariedad como ocurre ahora con las empresas Arcelor y Duro Felguera, que acaba de aprobar un ERTE de despido para 179 trabajadores. Primero los despidos y después el anuncio de un futuro inversor para DF, que aún está por ver si esto puede ser cierto, o quedara simplemente en un pantallazo de los que ya estamos acostumbrados en fechas preelectorales.
A las duras políticas de ajustes laborales aplicadas hay que sumar también el proceso de privatizaciones y deslocalizaciones permanente llevado a cabo por los distintos gobiernos del PSOE y PP, los cuales han contribuido de forma lamentable en la desintegración de empleo. Sin olvidarnos tampoco de sectores tan importantes, como la pesca, el campo, la agricultura y de todo el daño causado a nuestro entorno, cultural y medioambiental.
Tampoco podemos olvidarnos de las decenas de miles de personas que tienen que emigrar para buscar trabajo lejos de nuestra querida tierra, o de que casi ningún titulado medio o superior encuentra trabajo en su nivel de formación y de derechos laborales. Que seguimos aumentando el número de personas paradas que tienen que sobrevivir con una limitada ayuda social.
Las políticas neoliberales de ajuste traen consigo una gran disminución del sector público industrial, lo que supone aún mayores dificultades para elaborar una estrategia de desarrollo económico industrial.
Ni el Gobierno de Barbón, ni el resto de la clase política y sindical en Asturias puede seguir aceptando permanentemente y con tanta pasividad el destrozo que se está produciendo por las consecuencias de una crisis en expansión, en la cual, el trabajo/trabajador/a es una mercancía más de las muchas que se manejan en el marco de una globalización económica injusta y tremendamente cruel para Asturias.
El proceso que tantas veces hemos defendido desde posiciones progresistas, no ha servido desgraciadamente para evitar el deslizamiento de Asturias hacia el precipicio en el que se está cayendo casi todo, incluidas nuestras principales señas de identidad como pueblo.
Los avances tecnológicos bajo el control de unos pocos producen despidos traumáticos de forma masiva en empresas que obtienen grandes beneficios financieros, incrementando la producción y las jornadas de trabajo de los pocos que van quedando. Cada día, en muchas más familias se produce la angustia de ver como incluso el que trabaja tiene dificultades para sobrevivir. Los parámetros de condiciones mínimas aceptables descienden a niveles inimaginables.
El continuo retroceso ha venido casi siempre avalado, no solamente por los gobiernos de turno, sino también por la irresponsabilidad de los que han aceptado la concertación y los procesos de desintegración industrial como algo natural, pero seguramente a cambio de otros privilegios de financiación estatal, autonómica y empresarial. ¿Como se puede sino permitir planes laborales presentados de forma continua en todos los sectores industriales que ya han sido desmantelados y otros que están en el camino de hacerlo?
Ante este lamentable panorama, la sociedad asturiana poco o nada podemos esperar de quienes tuvieron hasta ahora la responsabilidad política de la decadencia de Asturias, y que siguen instalados en sus nefastas políticas económicas y menos aún de los denominados agentes sociales, los cuales han sucumbido una y otra vez ante los planes empresariales de la gran patronal.
Asturias demanda un horizonte de futuro que solo es posible desde la elaboración y puesta en marcha de un auténtico desarrollo económico, industrial, social y cultural, que se fundamente y responda a las necesidades de la crisis y declive de nuestra tierra.
Es muy lamentable que de Asturias ya solo se hable cuando hay noticias que nos ponen en evidencia ante el mundo, como la del diseño de vagones de tren que son más grandes que los túneles, por citar lo más reciente de este esperpento ,el cual se pretende cerrar con cuatro dimisiones y ofreciendo la gratuidad de un servicio a los usuarios hasta 2026 ,que se pagara con nuestros impuestos lamentablemente, manteniendo igualmente un servicio nefasto que ya venía padeciendo asiduamente averías y retrasos insufribles, como bien es conocido, tanto en Asturias como en Cantabria.
La sociedad asturiana debe abandonar la pasividad que nos atomiza y nos anula como personas sin iniciativa y sustituirla por una exigencia clara y decidida en la búsqueda de soluciones a esta grave situación, que puede ser mucho peor si solo dejamos nuestro futuro a merced de la pasividad y no somos capaces de reaccionar ante este panorama tremendamente deprimente y desolador.
Asturias no puede seguir siendo un valor a la baja como lo está siendo en estos momentos de necesidades y carencias vitales para la ciudadanía. Necesitamos soluciones responsables y no discursos demagógicos, que solo sirven para seguir en un engaño permanente, y con una Asturias cada vez más vaciada y hundida en el precipicio.
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