La composición, obra de Vox, no tiene precio. Solo faltan la chimenea y los copos de nieve a través de una ventana. Quienes no estén al día del asunto acaso verán en esta imagen el tierno encuentro de un maestro y su discípulo, o de un nieto con su abuelo. Es, claro, otra cosa. Si el Ramón Tamames del presente le pudiese contar al Tamames del pasado que va a compartir sofá con el líder de Vox, le diría que, vamos, ni aunque le echen un kilo de burundanga en la bebida. Pero el ser humano es capaz de cambiar de valores tanto como de color de tinte para el cabello, ergo Tamames el joven le retirará el saludo a Tamames el viejo. En la escena, Santiago Abascal se permite el lujo de sonreír. Otro gallo cantaría si el archifamoso libro del profesor que tiene en sus manos llevara por título Estructura económica de Vox. Le iba a cambiar la cara. He aquí, camino de la derrota, una moción de censura con bastón. A lo mejor Abascal pretende que no se le note de cuántos pies cojea.
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