Hay quien pensará que la pareja de agentes en una esquina de la imagen está esperando a que Joan Laporta, en la otra, acabe su discurso tardío, altivo, vacío y victimista para llevárselo al cuartelillo más cercano. No es el caso. No todavía. El presidente del Barcelona, que ayudó a hacerse rico al número dos del arbitraje español a cambio de «informes técnicos», aprovecha un acto del club en el Camp Nou para emular al exministro Federico Trillo, quien poco después del hundimiento del Prestige visitó la costa gallega y se sacó de la manga esta frase para la historia: «Las playas están esplendorosas. No es el apocalipsis que nos han descrito». Para Laporta, quienes plantean dudas sobre el juego limpio del Barcelona están tratando de «ensuciar la historia esplendorosa» del club. Parafraseando un fragmento de La vida del Buscón, de Francisco de Quevedo, por dirigentes de la talla de Laporta el fútbol es un deporte rebosante de pelotas y de bolas, y ningunas son balones.
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