Entre tanto glamour por los vestidos de la Gala de los Goya (aunque no en todos los casos con comentarios positivos, porque con Berta Vázquez se volvió a constatar que engordar y pasarse de kilos en la ‘dictadura de los cánones de belleza’ conlleva críticas e insultos, sobre todo hacia las mujeres), el ganador a mejor actor relevación de esta edición hizo una intervención polémica. Telmo Irureta padece una parálisis cerebral y la película que protagoniza (‘La consagración de la primavera’) trata sobre un tema que por supuesto es importante conocer, pero siempre y cuando no se confundan los términos. «Gracias a mi personaje de David porque es un guiño al derecho a la sexualidad de las personas con discapacidad. Porque nosotros también existimos y nosotros también follamos. Poco más os puedo decir. Brindemos hoy por un cine más inclusivo y con cuerpos de todo tipo. Eskerrik asko». Derecho es tener acceso a la educación, a la sanidad y a las pensiones, no es la libertad de tener sexo consentido con alguien, ser pareja de una persona o celebrar San Valentín por todo lo alto. Uno puede acercarse a entender, e incluso empatizar, con lo que quiso expresar Irureta en el campo del amor, pero ello no quita que la utilización de la palabra ‘derecho’ `por su parte haya sido una metedura de pata. Si viviéramos en un mundo ideal seguro que todos los cuerpos serían aceptados, independientemente de la situación física y psíquica de cada persona, pero la sociedad funciona de otra manera y lamentablemente nos aboca a una infelicidad perpetua por no tener el aspecto ideal (y ahora con la manipulación por los filtros de determinadas redes sociales, la situación ha ido a peor). Ya si a ello le sumamos una discapacidad, el problema se incrementa, y no solo en el amor, sino también en algo tan importante como es lo laboral. Tenemos una única oportunidad de vivir, aunque haya religiones que prometan más vidas, pero las condiciones naturales no dependen de nosotras y nosotros (ni siquiera elegimos nuestro nombre al nacer) y no nos queda otra, como cualquier ser vivo, que desenvolvernos en un entorno concreto. Tarea nuestra sí que es buscar nuestro desarrollo personal por muchos obstáculos que se nos pongan por el medio, aunque como seres sociales nos es imprescindible promover la vida en comunidad, luchar por lo que uno cree que es lo justo y no pisotear los derechos de nadie.
El Salario Mínimo Interprofesional ha llegado a los 1.080 euros. La patronal sigue con su cantinela de que cada vez que se eleva se puede poner en riesgo el empleo y la rentabilidad de las empresas. La empatía con quienes menos tienen es tan insultante que mientras ponen zancadillas a mejorar las condiciones laborales, ellos (generalmente son hombres) no tienen reparo en cobrar cantidades desorbitadas. Se calcula que un consejero ejecutivo de una empresa del IBEX cobra de media casi 3,3 millones de euros y un trabajador de esas compañías en torno a 55.000 euros (por tanto, requeriría trabajar 60 años para ganar lo mismo que esos ejecutivos en un año). El ejemplo más comentado ha sido el de Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, que mientras él se subió su sueldo un 8,6% (casi 400.000 euros al año) se negó a que el Gobierno elevase el SMI un 4%. Quizás fueron aún peores sus palabras diciendo que su caso «es como culpar a una chica de su violación por ir en minifalda». Aunque nuevamente el video promocional que se ha grabado Pedro Sánchez ha sido un fiasco (en esta ocasión, con dos jóvenes que resultan tener relación con el PSOE a través de familiares), la medida es necesaria, justa y digna de un gobierno progresista que quiere proteger a la clase trabajadora.
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