Repasando estos días antiguos textos, encontré la siguiente anotación: «tengo miedo a los síntomas de agotamiento del cuerpo». Fechada en diciembre de 2020, hoy comprendo su error: ¿no debería darnos más miedo agotar el cuerpo? En aquel momento, los síntomas del cansancio como limitadores de la acción me preocupaban más que el hecho en sí de estar muy lejos de un equilibrio entre mis fuerzas, mi cuerpo y mi mente que entonces no alcanzaba a comprender, quizás porque me encontraba entregada a uno de los períodos más apasionantes de mi vida: el transcurrido en el equipo del Ministerio de Igualdad, antes de que una de esas alertas físicas indicara que era momento de bajar el ritmo y quedarme definitivamente en casa.
Soy testaruda, ha pasado casi otro año estimulante y complejo para tomar una decisión que conlleva renunciar, en los próximos días, a todos mis cargos orgánicos en Podemos y regresar a la condición de militante de base. Agotar el cuerpo y, de forma indisoluble, la emoción (su capacidad, su creatividad, su vinculación con lo que nos rodea y quienes nos rodean) es un estado temible al que he llegado tras unos meses duros familiarmente. Esta necesidad de salud que es física y también mental es incompatible con la condición de Secretaria de Organización en general y en ciclo electoral en particular. Siempre he creído en el cambio, en el relevo, en que otras continúen con fuerza cuando una no puede seguir. Pensé que mi camino iba a ser más largo, pero hoy puedo decir que a lo que tengo miedo es a no saber escuchar las emociones de este cuerpo.
Quiero agradecer a la militancia de Podemos Asturies, a sus concejalas y diputadas, a sus portavoces de Círculo, a su Consejo de Coordinación, a todas las compañeras con las que he tenido el honor de trabajar desde el respeto, los cuidados y la lealtad, la comprensión de todos estos meses ante nuestra situación familiar. Quiero celebrar la profesionalidad, el compromiso militante, la inteligencia y capacidad de las trabajadoras del partido y en la Xunta Xeneral, porque sin ellas y ellos llegar aquí no habría sido posible. Este agradecimiento se extiende a Lilith Verstrynge y a todo su equipo en la Secretaría de Organización Estatal, por haber acompañado y facilitado mi trabajo, especialmente en esta última etapa. Los equipos de Legal y Finanzas de Podemos, esos a los que la cloaca mediática y judicial del Estado tiene encañonados desde hace demasiado tiempo, tendrán siempre en mi casa la suya propia, por haber soportado en Asturies calumnias, difamaciones y ataques injustificados por parte de personas afines a Daniel Ripa y Covadonga Tomé y, desgraciadamente, también por parte de ambos.
La responsabilidad que Sofía Castañón me encomendó era inmensa y le agradezco el honor que ha supuesto ocuparme de esta organización durante este año. No ha sido sencillo pues, desde el momento en que ella se postuló como candidata, se desató una campaña de descrédito personal y de mentiras para cuestionar su legítimo derecho a disputar una dirección política. Convivir, siquiera lejanamente, con las personas que propagan a conciencia ese tipo de violencia verbal y simbólica no ha contribuido a que las fuerzas resistan otros embates personales sobrevenidos. Los malos cansan. Los malos entristecen. Los malos manipulan las palabras, la verdad, los hechos, al objeto de erigirse en víctimas y emplear toda técnica a su alcance —incluidos algunos medios de comunicación, siempre dispuestos a acariciar la yugular de Podemos o directamente parte interesada en el conflicto— para destruir aquello que han perdido.
Puede que sea fuerte hablar de malos. No significa que las demás personas seamos las buenas, en absoluto. Significa solamente, en este caso, que no deshumanizamos a nuestra compañera Sofía Castañón ejerciendo una violencia específica para desligarla de su propia tierra, de su propia historia, de su derecho a hacer política en Asturies, en un ejercicio de odio y machismo de los que asombran contra mujeres en política. Significa que no alimentamos las pasiones bajas que defienden «ser de un lugar» para poder representarlo, incurriendo en un pasmoso principio xenófobo inaceptable desde un marco elemental de Derechos Humanos y desde la lectura más evidente de la propia historia migrante de Asturies. Significa que consideramos sagradas las conquistas de la clase obrera y jamás utilizaríamos la artimaña de fingir unas elecciones sindicales para perpetuarnos en nuestro puesto de trabajo como liberadas y dañar además públicamente a la que hoy por hoy es la organización de izquierdas más importante para la transformación social en el conjunto del Estado. Significa que no confundimos los recursos económicos de nuestra formación política con aquellos necesarios para articular proyectos sociales con los que tenemos vinculación en primera persona. Significa que no empleamos el recurso discursivo de la antipolítica acusando a compañeras de ser políticas «profesionales» como si hubiera algo indigno en percibir un salario del que además donas una tercera parte para dejarte la piel en la defensa de las asturianas y asturianos. Significa que no ocultamos si financiamos a un medio determinado o que precisamente por la trampa implícita en ello, dejamos de hacerlo (y pagamos sus consecuencias, como supongo me suceda a mí con este texto).
Si me detengo en lo malo en estas palabras de despedida, es porque más allá de lo no alcanzado en mis funciones como Secretaria de Organización —que sin duda es mucho y yo soy muy consciente de ello—, sé el impacto negativo que la mentira, la insidia, la desfachatez y la indigencia intelectual tienen en las buenas personas que dedican su tiempo, sus cuerpos y sus emociones a levantar día a día Podemos Asturies en los conceyos. No llegar a mayo con las candidatas municipales es lo único que me pesa en esta decisión y espero que sepan entender los motivos que me llevan a tomarla. Quedarán en buenas manos para esta andadura y yo espero celebrar, con todas ellas, unos buenos resultados en nuestros ayuntamientos. También me pesa, y sé que también comprenderá por qué debo parar, dejar de trabajar diariamente con Rafael Palacios, pues habría sido imposible, política y personalmente, llegar hasta aquí sin el apoyo constante de quien es compañera imprescindible. De otra forma, lo sé, seguiremos peleando «hasta que la dignidad se haga costumbre», en palabras de la vicepresidenta colombiana Francia Márquez.
Una no es del todo sin las personas que ama. A las amigas de cuyas vidas casi desaparezco en estos años, a mi hermana, a Mamá y a Papá; a Iván, mi compañero de vida que ha sostenido todas las decisiones que he tomado en este tiempo, incluso cuando sus fuerzas precisaban centrarse sólo en su propia salud, les agradezco su apoyo entregado, su condición de raíz.
Siempre he pensado, y en esto creo no equivocarme, que la política se hace desde muchos lugares. Pero si algo he aprendido en estos años que, con interrupciones, he dedicado a trabajar en el Congreso, en el Ayuntamiento de Xixón, en el Ministerio de Igualdad o para la propia organización, es que los partidos políticos son la herramienta defectuosa, compleja y muy mejorable de que nos dotamos las humildes para cambiar las cosas y fuera de esto, ahora mismo, sólo hay fascismo. Aunque tras mi recuperación regrese a mis ocupaciones profesionales en la escritura y la investigación, siempre estaré agradecida por la oportunidad de contribuir a que llegaran al BOE leyes fundamentales para las mujeres y las mayorías sociales de este país; defendiendo así esta herramienta de transformación fundamental que es Podemos.
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