Después de más de 1.000 días, China ha vuelto a abrir sus puertas al mundo. Lo hizo el pasado 8 de enero, poniendo fin a la infame política de covid-cero, con un fuerte control y supresión de la poca libertad de expresión e individual existente en el país asiático antes de la pandemia. Que más de 1.400 millones de personas se integren dentro de los circuitos comerciales y culturales, aunque sea de manera muy limitada por la dictadura, tiene un impacto no pequeño en el mundo. Que el resultado sea más positivo que negativo lo podremos analizar dentro de 365 días. Pero déjenme aventurarme a describir algunos de los acontecimientos más probables.
Se espera un gran aumento de los contagios. La política de covid cero pudo ser beneficiosa en el corto plazo para contener la explosividad del virus, pero a medio y largo plazo dificulta que la sociedad y las instituciones se adapten y convivan con este. Se ha desarrollado una nueva subvariante, la XBB.1.5, que preocupa a los países occidentales. Cada vez se detectan más casos y se están empezando a imponer restricciones y controles exhaustivos a los viajeros procedentes de China. Se estima que el número de muertes en el régimen comunista puede llegar a las 25.000 diarias.
Pero como ya es sabido, una vez alcanzado el pico, habrá una vuelta a la normalidad. Es previsible que un primer trimestre en negativo dé paso a un aumento de la demanda. Aquellos países e industrias que más relaciones mantengan con China se verán altamente beneficiados. Pero aumentar la demanda global implicará, al mismo tiempo, de nuevo tensiones en los mercados.
Los precios industriales están empezando a descender en Europa en torno a un 2 % (en España un 4,5 %). La inflación lleva varios meses moderándose, y la subyacente no debería tardar mucho más. Las expectativas a la baja de los precios podrían tener como contrapeso la recuperación china. Por ejemplo, los precios del barril de Brent podrían aumentar una cuarta parte, hasta alcanzar los 100 dólares desde los aproximadamente 78 dólares a los que cotiza actualmente.
Los bancos centrales, por lo tanto, deben mantenerse vigilantes. La política monetaria restrictiva podría permanecer a lo largo de todo el año si se materializa en mayores precios la esperada expansión económica en China. El encarecimiento del crédito tiene repercusiones negativas en hogares, empresas y gobiernos. Pero es la única manera que tenemos de evitar males mayores.
China, para bien y para mal, dará que hablar en la sección económica de los medios de comunicación a lo largo de este año que acaba de comenzar. Supone uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos en el 2023. Ciudadanos y gobernantes deben estar preparados para surfear la ola que se nos avecina. Solo el tiempo nos dirá el resultado final.
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