Primera parte
No existe animal tan bajuno y alevoso como el hombre, un majestuoso dispensador de dolor constante en todas las direcciones y en todos los ámbitos. Ocurre cada cierto tiempo que el tiempo se detiene y, repentinamente, se «acelera precipitadamente» (Scott Fitzgerald, «Suave es la noche»). Es esta repentina aceleración como un reto: ese animal se reta a sí mismo a superarse, y lo hace como tiene que hacerse, batiendo la marca anterior a toda costa, sin límite de coste. Esta constante histórica la acabamos de constatar en una dirección y en un ámbito concretos: este país y los crímenes de los machos a las hembras, y en un tiempo de vértigo. En un mes, el que finalizó ayer, 12, y otros dos intentos a punto de consumarse, aunque no sabemos si en Nochevieja aún hubo una última zancada que rematara un diciembre de horror.
Naturalmente, esta carrera endiablada por superarse, al igual que toda competición deportiva, tiene su público, «sensu stricto» el que niega, y el que de una manera u otra apoya esa negación, que las hembras sean exterminadas por los machos en razón a la dualidad hembra-macho. Para ese público no hay poli-deportes, sino un único deporte; a saber, quien liquida es un liquidador, pero no de su opuesto de género; es un liquidador genérico. Pero este Gran Liquidador, sea un ladrón de bancos o bancos ladrones de clientes sin fortuna, sea un terrorista con subfusil o con vehículo, no cuela ya y ha sido condenado al ostracismo por el Protocolo de Protección de Víctimas de Violencia de Género y por quienes tienen la decencia de no regresar a las prácticas indecentes de la España cutre.
Y precisamente en atención a lo antedicho, habrá que investigar en profundidad qué partidos políticos componen la coalición que gobierna en la única comunidad autónoma que no ha firmado este protocolo. Dado lo extraordinario, luminoso, milagroso y celestial de este hecho, la investigación ha de ser meticulosa, obsesivamente científica, llevando al lugar pesos y medidas y espectrómetro de masas y cualesquiera otros instrumentos imaginables e inimaginables, incluyendo los volúmenes de la Historia de la Filosofía que abordan la Ética. Una pista para los catedráticos del saber que vayan a acometer este trabajo de campo: empiecen por Valladolid y husmeen hasta los límites de reino tan extenso, donde, y no es una paradoja aunque lo parezca, muchas hembras se postran fascinadas ante el poderío de los machos de esta coalición.
(Diez años después de la publicación de la edición de 1992, la primera, de su novela «La buena letra», Rafel Chirbes decidió suprimir en reediciones posteriores las dos últimas páginas que, a modo de epílogo, hacía que se reencontraran las dos cuñadas, Ana e Isabel. Esta «damnatio memoriae» la justificó Chirbes en virtud de la realidad. La realidad es la más de las veces fea, y ese reencuentro después de décadas de desencuentro, suponía una traición a esa fealdad, porque, escribe el autor en una nota a la edición de 2002, «el tiempo acaba ejerciendo cierta forma de justicia, o, por decirlo de otro modo, acaba poniendo las cosas en su sitio». Porque, anotamos ahora nosotros, no vaya a ser que, como la médico del Madrid rural, tras ser apaleada por un paciente por el fango donde depositó la sanidad pública la que ocupa el palacete de la Puerta del Sol, acabara manifestando públicamente que se arrepentía de votarla, en lugar de botarla del palacete; no vaya a ser que, anotamos nosotros, unos padres pijos del reino castellano mencionado, al ver las tripas de su hija sacadas de su cavidad por el cuchillo de un despechado, tomen conciencia del horror y rujan de ira contra los beneficiarios de sus votos y que botar quieren ahora desesperadamente. El tiempo que pone las cosas en su sitio incluye lo obvio, que es en el tiempo donde los criterios son fijados dependiendo de cómo le afecten a uno las decisiones extraordinarias de extraordinarios machos, y algunas extraordinarias hembras apóstatas).
Segunda Parte
Los ultraortodoxos sociales, económicos y políticos siempre tuvieron un problema con el sexo de los ángeles, es decir, de las hembras, para quienes estas son en esencia contenedores de semen, con las consecuencias mayúsculas que de ello se derivan. Y, por descontado, naturalmente, los ultraortodoxos están bendecidos por los ultraortodoxos religiosos, de cualesquiera de ellas (aquí, la católica). No hay vuelta de hoja. La hembra es hembra; el homosexual es homosexual; el extranjero es extranjero; el pobre es pobre, y el rico es rico, que es el vivero de quienes mandan en verdad, porque el pobre lo es por vago y maleante y el rico lo es por ser el reverso. Perdedor por voluntad. Ganador por voluntad.
Entra, pues, dentro de lo sensato pensar que el arreón imprimido por el neocapitalismo en los últimos años es de justicia: es justo que haya más miserables y más multimillonarios. Entonces, ¿cómo quedarse de brazos cruzados ante un Estado que roba vía impuestos al ganador para repartir el botín entre tanto vago y maleante. Por ello, los ultraortodoxos pondrán este año electoral a cada uno en su sitio y en su nicho.
Final. Pregunta ingenua, respuesta genuina.
P. Señor macho, ¿si el maleante es maleante, el maricón es maricón, el negro es negro, el contendedor es contenedor, señor macho, no estaremos hablando de aporofobia, homofobia, racismo y machismo?
R. No, no, escribidor, a ver si se entera de una vez por todas, que, de sencillo que es, lo entiende hasta el subnormal más profundo. Mire, de sencillo que es, se lo puedo resumir en seis palabras: Este no es país para perdedores.
(En «La madre de Frankenstein», Almudena Grandes hace decir al psiquiatra Eduardo Méndez: «Que si nuestro país [España] fuera un ser humano, cualquiera de los dos [él y el también psiquiatra Germán Vázquez] lo habríamos ingresado en Ciempozuelos [el psiquiátrico] hace muchos años y lo tendríamos achicharrado a electrochoques»).
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