Esta tarde jugamos la final

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

Juan Ignacio Roncoroni | EFE

18 dic 2022 . Actualizado a las 00:02 h.

Nadie que ya haya nacido volverá a ver algo igual a lo que hizo Lionel Messi estos últimos 17 años. Nunca más el clímax de 2010-2011, los pequeñitos ganando el mundial mientras el Barça de Lío y el Madrid de Mourinho se retaban a duelo. El bien y el mal cara a cara como jamás se vio. Antes de conocer a nuestra familia argentina pensaba que gallegos y rioplatenses éramos iguales. Las mismas caras, la misma pillería del Lazarillo de Tormes y del vivo bonaerense, los mismos gustos por el buen comer, el buen beber y el buen vivir. Los conocimos y descubrimos de verdad un Nuevo Mundo. Todos los clichés se evaporaron. Son simpáticos, sí, reímos los mismos chistes. Son retranqueiros y abusonamente talentosos. Creen, y con razón, que no hay otro paraje como Iguazú, otra estepa como la Patagonia, otro fin del mundo como la Tierra del Fuego, otra ciudad como Buenos Aires.

Se quieren mucho, ya lo sabíamos. Pero descubrimos que nos adoran. Igual que admiramos a Darín, a Calamaro, a Scaloni, ellos idolatran a Sabina y Serrat. A Víctor y Ana, a Bunbury. Ni hablar de Julio, de Raphael, de Lola Flores. La cancha de Boca, Luna Park, estadio de Obras Sanitarias… Miman ese tesoro que es su pasado, en el Museo de la Emigración, levantado en la que fue la puerta de entrada de gallegos y tanos. Como cantó el rosarino Lito Nebbia, a quien Dios no guio por el camino de la corrección política, «los brasileros salen de la selva, los mejicanos vienen de los indios, pero nosotros, los argentinos, llegamos de los barcos». 

Nos quieren, nos idealizan en exceso. Porque no somos mejores. Acaso, lo que nos diferencia es que nosotros llevamos bajo el rigor alemán desde que en 1986 Felipe nos llevó a Europa, y desde entonces no hemos podido hacer el tonto con la economía.

No somos iguales, somos los mismos. Eliminada España, tras el adiós de Suiza, nuestra otra gran terra nai, y Uruguay, nuestro paisito, Lore. Después de todo el sufrimiento con Lionel, vamos con ellos. Porque no son iguales, son nosotros.

Liliana y Marcelo nos agasajaron en el Club de Regatas de La Plata, fundado por gallegos y vascos empleados en la base naval de Ensenada. Comimos las mejores pizzas y las mejores empanadas en casa de Fede y María. Gonzalo, el esposo de Maru, nos dedicó su biografía de Carlitos Ferreiro, el genio que regresó a Frades tirando de un hilo que se había llegado a quebrar.

Graciela, la gran mamma italiana, nos abrió su casa de Puerto Madero y reunió a todos los Ferreiro alrededor de una mesa para contar historias de gallegos.

Gimena y Lisandro nos condujeron por el Buenos Aires más negro: la cancha de River, donde Videla le entregó la copa a Passarela mientras a pocos metros, en la Escuela de Mecánica de la Armada, sus sicarios torturaban y asesinaban a compatriotas indefensos. Juan nos enseñó los secretos del asado casero. Mauro, Felipe y Sol son tres soles. Con Andrea y Analía lloramos en la Recoleta frente a las lápidas que guardan la memoria de los gallegos… Flor nos dio una lección de amor al prójimo en el mercado de San Telmo. Y hace poco, ya en Galicia, ella y Mili nos dieron la gran alegría de que van a ser mamás.

Cuando nos quisimos dar cuenta teníamos una nueva familia en la otra esquina del mundo. De todos ellos nos despedimos comiendo tartas de dulce de leche frente al río más ancho del mundo.

Maricarmen y Raúl fueron nuestros ángeles custodios. No se puede ser más buena gente ni más generosos en una misma vida. ¿Y Abril? La nieta de Pete nos enseñó a amar a Boca y a amar a los Ferreiro y los Raposo de La Plata. ¡Cuánto te queremos, April!

Vamos con ellos. Con los gallegos de Avellaneda que fundaron la Academia. Con Gabi y los hinchas de Boedo que alientan a San Lorenzo. Los Ferreiro nos hicieron admirar a Estudiantes. Con Laura soñamos pisar un día la cancha de Ñubel y con Óscar la de Central. Con el gran Ale latiremos algún día en la Bombonera. Con su mamá, Neida, volveremos al Iguazú a tomar mate en la aldea de los mapuches. 

No te lo puedo explicar, porque no vas a entender, las finales que perdimos, cuántos años las lloré. Esta tarde jugamos la final y vamos con Messi, el Cid Campeador que enfrenta su gran batalla tras ser dado por muerto. Vamos con ellos porque somos nosotros.