¿Son un golpe de estado en ciernes o impotencia facha esas campanadas de medianoche?

OPINIÓN

Jesús Hellín | EUROPAPRESS

17 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Franco ha muerto. No solo fueron las palabras de Arias Navarro con pucheros de plañidera, ni el remake cachondo de Ladilla Rusa. Fue la premisa tácita de la Constitución. Tan seguro era, que no se previó que un grupo parlamentario de los gordos se agitase en la democracia con las pulgas y bubas que tendría en democracia el mismísimo cabecilla del Movimiento si viviera (etimológicamente, «caudillo», de capitellum, es la misma palabra que «cabecilla» en masculino; tiene su gracia). PP y PSOE llevan muchos años tarareando la melodía, sin entrar en la letra, de la ley de los tres quintos. Que la ley diga que los vocales de las altas esferas judiciales requieren el apoyo de tres quintas partes del Congreso debería entenderse como que cada vocal fuera aceptable para las tres quintas partes del Congreso. Pero los dos partidos que suman esas tres quintas partes pactan que cada uno apoye a los inaceptables del otro. Y así puede llegar al Tribunal Constitucional el corrupto Arnaldo, inaceptable para cualquiera que necesite aire para respirar. A esta perversión de los dos partidos, el PP añade más ignominia. Como no hay tres quintos posibles sin el PP o sin el PSOE, la derechona lleva bloqueando los órganos judiciales desde siempre, pero ahora yendo hasta romper las costuras de la democracia. Es una tropelía que ya vimos en Brasil y estamos viendo en EEUU. La agenda de la ultraderecha incluye a gandules vestidos de jueces que hagan las golferías previas a la anulación de la separación de poderes. No hay solución limpia. Si no se hace nada, las leyes del Congreso soberano y el Gobierno legítimo quedan al arbitrio de esa morralla lacayuna de jueces ultras. Si se hace lo que pretende el Gobierno, cualquier mayoría parlamentaria podrá controlar a los jueces. Sencillamente, no estaba previsto que un partido, el PP, fuera una enfermedad autoinmune del organismo democrático. Todo partía del supuesto de que Franco había muerto.

Los réditos de este fárrago son evidentes. Javier Krahe se vio ante el juez por cocinar un Cristo y Willy Toledo por cagarse en Dios, hay raperos condenados por injurias a la Corona. Pero en el caso de Melisa Domínguez, de un grupo nazi, el juez falló que no hay injuria ni odio en atacar mezquitas con bengalas y pirotecnia. Todos vimos la ensimismada persecución judicial contra Pablo Iglesias y todo lo que huela a Podemos, mientras la cueva de Esperanza Aguirre y los cuarenta ladrones tiene más capas de impunidad que un Borbón. Persiguieron tres años a Errejón. Alberto Rodríguez y sus votantes se quedaron sin escaño por la acusación de un policía desmentida por las imágenes, el mismo año en que otro policía tuvo que tirarse a un lado para que no lo atropellase Esperanza Aguirre dándose a la fuga. Siete mil doscientos ancianos muertos en residencias, un protocolo que marcaba qué seres humanos merecían asistencia médica y cuáles había que dejar agonizando, todo aquello de Madrid durante la pandemia, son buenas razones para regar de jueces sin ley ni moral las salas clave. En 2010 el bloqueo consiguió que los jueces peones encendieran las mechas que  faltaban para que Cataluña fuera lo que quiere el PP: combustible electoral en el resto de España. El incendio de Cataluña para ellos fueron banderitas en balcones y gritos bravucones de a por ellos; para los demás fue una lista de desgracias.

Todo esto es la culminación de un crescendo ensordecedor, insoportable y aparentemente amenazante. Llevan toda la legislatura diciendo que el Gobierno es ilegítimo. Los tonos fueron subiendo y Feijoo afirmó que hay que impedir la renovación de los órganos judiciales para protegerlos de Sánchez. Se habló de autogolpe, de golpe de estado, de alarma nacional. ¿Qué es legítimo hacer contra un gobierno ilegítimo que da un autogolpe? Yo diría que casi todo. El grito es que se haga todo y de todo contra el Gobierno. El mismo chichón es la prueba de haber dado un cabezazo voluntario a la pared que de haber recibido un garrotazo en la cabeza. Nadie dice que ataca, hasta Putin dice invadir Ucrania para defenderse. Así que quien quiere un golpe de estado dice defenderse del autogolpe del Gobierno y muestra el chichón de haber dado un cabezazo a la democracia como si hubiera sido la democracia quien le dio un garrotazo. Dada la infección ultra de cuerpos armados y judiciales, y escuchando las inflamadas consignas y los decibelios de odio de las derechas, podríamos temer estar ante las puertas de un golpe de estado. O no, o es otra cosa.

Cuando el coronavirus de China era una noticia en letra pequeña, el precio del oro se disparaba. El dinero ya buscaba refugio, algo gordo venía. En España no está subiendo el oro, ni la gente está comprando fabes en sacos de veinte kilos. La UE está tranquila. Cuando se convocaron elecciones en Italia, el cuerpo de la UE se erizó como dispuesto a arañar. Hungría y Polonia ya eran un roto en el tejido europeo y venía otro. Nada de eso pasa con respecto a España. Todo está como si no fuera a haber un golpe de estado. El desvarío de las derechas parece más el aullido de un gato al pisarle la cola que el ruido de tanques en marcha. El hundimiento económico que tanto anhelaban las derechas no llega, ni siquiera hace frío. Intentaron impedir los fondos europeos y llevan años arrastrándose por las oficinas de la UE vendiendo invasiones y dictaduras y urgiendo intervenciones y castigos. Sin éxito. Con los rescoldos del Brexit, con la bomba de Italia en riesgo de explosión y con las roturas Hungría y Polonia, la UE no tenía en el sur el chichi para más farolillos. Encima los dos países ibéricos son claves para la energía que debe venir de África. Las derechas ven cómo la UE se toma mucho más en serio a Sánchez que a sus alaridos. Y se ven sin discurso para los fondos europeos y para la excepción ibérica, sobre la que ya no pueden repetir lo que dijeron, por lo necio que suena ahora, ni tienen nada nuevo que decir. Ni tienen nada que decir sobre la ley de solo sí es sí. Solo pueden corear cada rebaja de pena a agresores, sin enmienda que aportar ni ley alternativa que proponer. No tienen nada sensato que decir sobre el impuesto a grandes fortunas y grandes beneficios de las eléctricas. El Gobierno está sacando un chorro de leyes sobre las que no tienen discurso. Solo balbucean impuestos, ETA, España y Rey, como un juguete roto.

Feijoo se diluye en este marasmo y el discurso alternativo más ultra de Ayuso y Vox no tiene cuerpo reconocible. A pesar de la tensión política, la gente está más desorientada que airada. La mayoría ve mal la situación general y relativamente bien la propia. En ese estado emocional se valora más lo seguro y la ausencia de experimentos que echarse al monte con la escopeta. Y le están dejando a Sánchez el monopolio de las certezas. Para colmo, Yolanda Díaz no espanta y mezcla bien la firmeza con la serenidad. La distensión catalana no le viene bien a las derechas. Los insultos machistas de Vox a Montero cumplieron el propósito de agrietar a la izquierda y distraer la atención. Pero ahora la tensión insoportable y el bramido continuo, aunque puede darle réditos a Vox respecto al PP, no parece que se los vaya a dar al PP respecto al PSOE. La moción de censura de Vox sería una baza táctica para Sánchez y otra desgracia para el PP. El ruido de estos días no parece el anuncio de un golpe de estado. Fue impotencia facha, berrinche ultra, el gamberrismo con el que se cubren en la adversidad. No es algo menor. La quiebra que lleva a los peores contrabandos empieza en el lenguaje. El lenguaje allana el terreno para las conductas. Y desde luego no es menor la incalificable infección del Constitucional. La rebelión de un poder del estado contra otro es como si el Gobierno no reconociera la Constitución o la Corona no reconociera al Gobierno. El presidente marioneta del Constitucional ya dio señales de mareo y miedo escénico. El Gobierno debe volcarse en que esta algarada sea el canto del cisne de la intentona ultra. Debe dejar claro con contundencia que, efectivamente, Franco ha muerto.