Ha quedado reducido a tan mínima expresión que el día en el que Ciudadanos haga las maletas, y ese día no parece lejos, podrán meter todas sus cosas en el bolso de Inés Arrimadas y aún les va a sobrar sitio para un táper. Ya es mala suerte que en un partido queden dos y los dos ni se miren a los ojos, ella con cara de dormir rematadamente mal, y él, Edmundo Bal, el del rosco de Pasapalabra en las autonómicas de Madrid, en plan a mí como si se me sienta al lado Arnaldo Otegi, tengo mucho lío. Si Ciudadanos fuera una película no habría más remedio que titularla Dos ciudadanos muy ciudadanos. Es la primera vez en la historia que en un partido se pelean por «a ver quién apaga la luz». Huérfano de votantes, Ciudadanos es como una telenovela sin audiencia, como un perfume sin olor, como un partido de fútbol sin balón; para que todo ed-mundo lo entienda, Ciudadanos es como un independentista catalán sin Pedro Sánchez.
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