La sonrisa helada de Queipo

Juan Miguel Fernández

OPINIÓN

El secretario general del Partido Popular de Asturias, Álvaro Queipo
El secretario general del Partido Popular de Asturias, Álvaro Queipo J. L. Cereijido | EFE

08 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No diré todos, pero la mayoría de los políticos actuales, en particular los que triunfan, tienen una capacidad de aguante fuera de lo común entre los mortales. Soportan la dictadura de su propio partido, en esto no hay excepción, aplauden al líder o lideresa, aunque no lo soporten y han de mostrar una amable sonrisa, aunque les cueste.

Al joven político asturiano, hasta ahora le ha sonreído su trayectoria por la política regional. Sus inicios hay que buscarlos como concejal en Castropol, una plaza tan digna como la de cualquier otro municipio de Asturias, donde ser concejal tiene la misma, o más importancia, como serlo de una capital. Lo que sucede es que, siendo concejal de Castropol, o de Tapia, o de Grandes tiene escasa relevancia a nivel regional, y ninguna a nivel nacional.

Álvaro Queipo jugó bien sus cartas y logró ser diputado autonómico. Ahora ya pertenecía a selecto grupo con cargo y con noble asiento en la calle Fruela. Los políticos de futuro han de ser ambiciosos y Queipo lo es y lo demuestra. No se conformó con la dignidad de ser representante autonómico por el occidente, persiguió notoriedad dentro del partido y la logró. Ya pertenecía a círculo íntimo de Mallada. Estaba en una posición inmejorable. Ahora hay que ganarse al partido. Exhibir los méritos y disimular los defectos. Ser afable y vestir como dictan los cánones de un partido de derechas.

No calculó bien Queipo lo que era su organización, lo que era y lo que es el PP, donde existe un dedo justiciero que señala a los escogidos y defenestra a los rechazados. En el PP se diseña un buró alrededor de su líder nacional, que decide las cosas, muchas de ellas sin saber porqué y sin explicación alguna.

Nunca se dijo porqué se apartó a Casado ni quien ungió a Feijoo. El aterrizaje del gallego era lógico que derivase en novedades y en Asturias fue notoria. Tampoco se dijo el porqué, pero Teresa Mallada no interesaba.

En la vida hay que estar en el sitio oportuno, en el momento oportuno y aprovechar las ocasiones. Queipo creyó que ese era su momento. Accedió a la presidencia del partido y comenzó a dar pasos para afianzarse en el número uno. Tejer con lazos sólidos las redes de cada agrupación. Convencer a quienes han tenido y tienen influencia en las decisiones. En ese ánimo de darse importancia y tender puentes Queipo contactó hasta con Álvarez Cascos, sin calcular lo nocivo que puede resultar el que fuera todopoderoso vicepresidente.

Por esa razón, o por la suma de otras, y siguiendo el estilo PP, se designa para optar a la Presidencia del Principado a una persona hasta ahora ajena y Queipo se queda compuesto y sin opciones de ser líder de la derecha asturiana.

Ahora le quedan dos opciones. Renunciar a sus altas ambiciones y desaparecer del escenario o meritar de nuevo a un cargo menor.