Pocas imágenes más impactantes y descriptivas de una época que las que vimos el 15 de agosto de 2021. Seguimos prácticamente en directo la salida de las tropas internacionales, la caída de Kabul, el abandono de Ashraf Ghani rumbo a un exilio dorado, el rapidísimo hundimiento del sistema construido a partir de 2002 (la República Islámica de Afganistán) y el ascenso del gobierno de facto de la milicia talibán, no reconocido como legítimo pero con cuyo Emirato medieval la comunidad internacional parece dispuesta a convivir. Que se admitiese tranquilamente que el proceso de diálogo seguido en Doha tuviese como resultado, no la reconciliación nacional y la entrada en el juego político de los talibanes, sino su toma del poder y el derrumbe de las instituciones, es un fracaso tan radical de la diplomacia occidental y un derroche tan inútil de recursos y vidas humanas durante dos décadas, que simplemente avergüenza.
Luego, siguió el caos en la salida masiva de refugiados; las imágenes desgarradoras del aeropuerto y de la desesperación; las llamadas de auxilio de todos los que tenían algún contacto en el exterior, cualquiera que fuese, que pudiese ayudar en la escapada del infierno. Como han denunciado las organizaciones internacionales de derechos humanos, más de un año después, los talibanes actúan persiguiendo a grupos minoritarios, reprimiendo violentamente protestas pacíficas, suprimiendo los derechos de las mujeres y usando las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones para sembrar el miedo entre la población. Todo ello en un contexto de impunidad generalizada para crímenes como la tortura, los asesinatos de represalia y los desalojos forzosos de quienes se oponen a los talibanes. La velocidad a la que han desmantelado los avances conseguidos en los veinte años precedentes ha sido fulgurante. Toda esperanza de cambio se ha desvanecido mientras los talibanes gobiernan mediante el uso de la violencia. Las detenciones arbitrarias, la tortura, las desapariciones, las ejecuciones sumarias han vuelto y están a la orden del día. Las mujeres y las niñas, a quienes se ha despojado de sus derechos, afrontan un futuro sombrío, privadas de educación, del trabajo en la mayoría de los casos y de la posibilidad de participar en la vida pública. Sin embargo, lo que siguió al estupor inicial del mundo ha sido el silencio y, con el tiempo, el desinterés de la opinión pública y un incipiente olvido, sólo rasgado por las voces más valientes, capaces de mantener la protesta en el peor contexto posible.
Una de esas voces es la de Massouda Kohistani, defensora de los derechos de las mujeres y activista política y social afgana. A la edad de 17 años, en 1998, su familia se vio obligada a huir a pie del régimen talibán hacia el vecino Pakistán. Más tarde, a su regreso a Afganistán, estudió una licenciatura en Administración de Empresas en la Universidad de Educación Superior de Maiwand en Afganistán. Desarrolló desde entonces una carrera profesional en gestión de proyectos, consultoría e investigación social y política, tanto de forma independiente como con diferentes organizaciones afganas. Desde muy joven se unió a los movimientos por los derechos de las mujeres. Participó en la Asamblea Nacional Consultiva para la Paz, un proyecto ideado para presentar propuestas para la reconciliación nacional antes del proceso de paz de Doha. En diciembre de 2018, se convirtió en miembro activo de la Red de Mujeres Afganas, que trabajaba en la participación de las mujeres en el proceso de paz a nivel nacional e internacional en 2019. Especialmente desde entonces, Massouda Kohistani es más conocida por defender los derechos de las mujeres. Esto la ha convertido en un objetivo vulnerable a los ojos de los talibanes, corriendo el riesgo de ser objeto de persecución. Durante agosto de 2021, jugó un papel importante en el apoyo a las redes de mujeres que querían ser evacuadas y participó en la organización de las primeras protestas tras la toma del poder por parte de los talibanes. Recodaremos las imágenes de las concentraciones de un puñado de mujeres en Kabul, con riesgo para su vida e integridad, exigiendo al gobierno de facto de los talibanes respeto por los derechos humanos. Una de aquellas valientes era Massouda. Finalmente, escapando de la represión, pudo ser evacuada a España, donde reside en la actualidad.
Massouda Kohistani estará este 2 de diciembre en Asturias, invitada por la Junta General del Principado de Asturias en colaboración con Amnistía Internacional. Una oportunidad para dar voz a las mujeres de Afganistán en el espacio institucional más solemne y representativo de nuestra Comunidad Autónoma, revalidando nuestro compromiso colectivo contra el olvido.
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