Lo de Patxi López da para una biografía del político flexible. Cómo se gusta y cómo le gusta ser noticia. Compite a un nivel Ada Colau, la niña en el bautizo, la novia en la boda, etcétera.
El lendakari que abrió y probó una vía, cegada hoy en día, de un Gobierno a la alemana entre el PSOE y el PP en el País Vasco, es ahora el brazo dialéctico para blanquear la eliminación del delito de sedición como portavoz en el Congreso del presidente Sánchez.
Él, que había negado en campaña que gobernaría con el PP, por supuesto, luego lo hizo a pesar de sacar 25 escaños, a cinco de un PNV ganador con treinta diputados. Le dio igual. Viró. Y se alió con el PP, en un acuerdo para frotarse los ojos, sobre todo hoy, tal y como está la política.
No solo pactó con el PP, también lo hizo con el partido de Rosa Díez, UpyD.
Sí, con el partido de Rosa Díez. El mismo portavoz que hoy dice que no pasa nada por modificar, de momento, la sedición y quién sabe si más adelante la malversación, fue el único lendakari que juró su cargo en euskera y en castellano.
Dijo, en el idioma de Cervantes, en un guiño a sus socios: «De pie en tierra vasca, bajo el árbol de Guernica, ante vosotros, representantes de la ciudadanía vasca, en recuerdo de los antepasados, prometo desde el respeto a la ley desempeñar fielmente mi cargo de lendakari».
Patxi López ha llamado la atención esta semana, de nuevo. Además de dúctil, es un valiente. El digital El Español informaba con ojo que el rey viajó a Catar a ver el partido de la selección española sin ir acompañado, como es norma, por el ministro de jornada. Tanto a Londres como a Catar le acompañaron secretarios de Estado.
Eso es lo que le importa a la coalición de Gobierno la monarquía.
A pesar de que el artículo 64.1 de la Constitución española regula así los actos del Rey: «Los actos del Rey serán refrendados por el presidente del Gobierno y, en su caso, por los ministros competentes». A Londres lo enviaron con la secretaria de Estado de Transportes y a Catar, con de Deportes.
Es una pena que Patxi López no sea ministro. Pero, como alto cargo que es del PSOE y portavoz nada menos que en el Congreso de los Diputados, todavía tiene tiempo para ir a ver algún partido de España en el Mundial y demostrar allí la valentía que sí tuvo la ministra alemana en el palco ante las autoridades del país. Y no dedicarse al postureo, como cuando esta semana se puso en los pasillos del Congreso el brazalete LGTBI para criticar el régimen de Catar. Se dejó fotografiar, eso sí, a una distancia considerable.
El atrevido gesto lo llevó a cabo el miércoles pasado en Madrid, antes del pleno de los Presupuestos, en el que también defendió, con verbo encendido y galán, el reparto de fondos a unos y otros para que Pedro Sánchez se mantenga en el poder.
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