Desde enero de 2011 que se dieron por finalizadas las obras de ampliación del puerto de El Musel, los resultados acumulados no pueden ser más nefastos. Ni rentabilidad económica, ni gestión ni empleo, siendo su actividad más potente el negocio del carbón del que se lucran unos pocos, pero riqueza para la ciudad ninguna, lo que demuestra que el proyecto ha sido un auténtico fracaso. Tanto es así que el tráfico marítimo en el puerto de Gijón va de mal en peor cada año, sin que los responsables de este desatino estén dispuestos a dar mucha información al respecto, ni asumir responsabilidad alguna.
Hay que destacar, no obstante, el importante crecimiento experimentado por la pesca desembarcada en las instalaciones gijonesas y una evolución mínima en el tráfico de contenedores, si lo comparamos con lo que fue este importante mercado de fletes antes de la ampliación del puerto. Pese a todo ello el balance global sigue siendo muy negativo.
La regasificadora es un monumento a la inoperancia y a la incertidumbre; un lastre económico de primera magnitud, aunque ahora anuncien que la van a poner en marcha para paliar la crisis del gas por la guerra de Ucrania. Si la regasificadora era mala para los intereses de la ciudadantes de la guerra, además de ilegal, ahora sigue siendo lo mismo, enormes beneficios para Enagás cuando entre en funcionamiento, a cambio de más almacenamiento de basura, contaminación y peligro para el conjunto de la ciudadanía, que de eso nos sobra bastante en esta ciudad.
La terminal de graneles, EBHI, en otro tiempo referencia en la descarga de minerales, se ve ahora amenazada por las ambiciones cortoplacistas de un grupo de operadores que están haciendo un suculento negocio con las mezclas de residuos y el trasiego de un carbón altamente contaminante y sin futuro- salvo pequeñas partidas destinadas a Arcelor. Se trata de un tráfico especulativo y coyuntural, con limitados ingresos para la Autoridad Portuaria y daños evidentes para Gijón y sus ciudadanos/as, que son asediados por nubes contaminantes y dañinas para la salud de las personas, que además ensucian toda la ciudad, incluidas las playas y las zonas de ocio y disfrute de la ciudadanía.
Hace tiempo que, desde las instituciones políticas, les deberían haber exigido unas instalaciones adecuadas, pero, ya que no se hizo, tanto el Principado de Asturias como el Ayuntamiento de Gijón deberían pedir a la Autoridad Portuaria el traslado inmediato de los depósitos de carbón al Parque de Carbones de Aboño. Y, en cualquier caso, se debería tener en cuenta que las pilas de carbón en los muelles de la ampliación son un problema real para la captación de tráficos más rentables que exigen mayor limpieza ambiental.
Mirar al futuro
Pero recrearse en los despropósitos del pasado reciente no conduce más que a prolongar los fracasos. El Musel debe orientar su futuro hacia la diversificación y captación de nuevos tráficos, debe de asumir una mentalidad más abierta y emprendedora, debe de esforzarse en la formación de equipos especializados en gestión y operación portuaria, capaces de mejorar la proyección hacia el exterior y la penetración real en los mercados de la meseta y de Madrid; en la optimización del tráfico ferroviario y por carretera, en la recuperación de las Autopista del Mar, y el establecimiento de nuevas líneas regulares. Para ello no deberían hipotecarse los espacios portuarios con graciosas concesiones a negocios oportunistas, ni caer en inversiones absurdas carentes de fundamento.
El Musel no necesita más hormigón, necesita más actividad, mayor rigor profesional a la hora de seleccionar y ocupar puestos de trabajo, mayor dinamismo y el fomento de operaciones rentables.
Es mucho lo que queda por hacer. Las debilidades y carencias del puerto gijonés son innumerables.
En las instalaciones actuales sobra hormigón y falta actualidad y gestión.
Virar hacia el futuro
La ZALIA debería cambiar totalmente el rumbo seguido hasta ahora. Castilla y León y su comarca deberían ser parte del futuro portuario de Asturias y tendrían que participar activamente en sus proyectos. Si se quiere habrá futuro, pero con otra mentalidad, con otro tipo de compromisos, haciendo más transparente y eficaz la gestión portuaria.
Probablemente sobran caciques políticos y faltan gestores profesionales.
La Universidad de Oviedo debe de incluir entre sus objetivos la gestión portuaria, incluida la estiba y las operaciones portuarias, el derecho marítimo, el medioambiente marino, la dinámica litoral, los dragados y sus efectos, la recuperación efectiva del arenal gijonés, la contaminación marina; la evolución de la construcción naval, los mercados de fletes y los mercados emergentes, las conexiones con otros modos de transporte, la racionalidad en la explotación pesquera y la protección de los caladeros, los cultivos de algas; la evolución de la marina de recreo y deportiva, el control sanitario de los buques, etc.
Asturias debe salir a la superficie, y mirar a un horizonte más azul y más amplio, mirar al Norte, a la mar a la que está indisolublemente unida. La Escuela Superior de la Marina Civil también debe de jugar un papel activo en el futuro del puerto.
Apostar por El Musel
Es el momento de dar un decidido impulso al puerto de El Musel. Estamos entrando en una etapa en la que presumiblemente tendremos que pagar un alto precio por el modelo en el que vivíamos.
Repárese el daño que se hizo en esta ciudad y en Asturias. Aprovéchese la coyuntura actual para enmendar y buscar una salida construida sobre bases más sólidas.
Estamos ya en precampaña política para las próximas elecciones autonómicas y municipales, es hora de dejarse ya de posturitas para los carteles electorales y mirar a otras ciudades del norte con salidas al Mar, como Vigo, Santander, Bilbao, en las cuales su futuro esta directamente relacionado a las actividades y tráficos marítimos, mientras el puerto gijonés con mayores dimensiones y medios lo han convertido en el estercolero europeo de negocio privado para unos pocos, vinculados a familias políticas
Lo público, bien gestionado, siempre es socialmente más próspero y medioambientalmente menos dañino para el interés general.
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