De un tiempo a esta parte, los primeros ministros británicos no se libran ni por los pelos. Le sucedió a pelazo Boris Johnson, y le sucede ahora a Liz Truss y a su cabellera, quien se dirige, digamos, menos fresca que una lechuga a este portal de Downing Street. No sería de extrañar que sus ojos estén viendo un 13 donde hay un 10. Ni tiempo le ha dado a Truss a celebrar una happy hour en la Rue del Percebe londinense. De haberse producido, circularían por ahí fotos de su predecesor rodando por los pasillos. Al menos se ha podido hacer un hueco en la Enciclopedia Británica: es la premier mes y medio. Casi se le puede escuchar diciendo ¡superad eso! En Truss se cumplía el principio básico del buen político: hacer justo lo contrario de lo que dice. Ella lo llevó hasta sus últimas consecuencias. Horas antes de decir adiós, sentenciaba: «Yo soy una luchadora, yo no huyo». Con esta coherencia, de haber nacido en España tendría por delante una larga y fructífera carrera.
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