Liz Truss ya es historia. El metal de la armadura de la autoproclamada nueva dama de hierro no valía ni para ferralla. Su fracaso es histórico. Tuvo que rectificar todas sus políticas, apenas duró 44 días en el cargo y fue una máquina de generar memes. Iba a comerse el mundo con un programa neocon y acabó perdiendo un duelo contra una lechuga.
Sí. Han leído bien. Contra una lechuga. Era tan impopular que un tabloide de izquierdas, el Daily Star, convirtió en viral a una hortaliza con peluca proponiendo un curioso reto humorístico. ¿Quién iba a durar más? La primera ministra en Downing Street o el vegetal en perder su lozanía? Ganó Sir Lettuce. Por goleada. Y celebró la victoria, para jolgorio y alborozo de las redes sociales dentro y fuera de las fronteras británicas.
El Reino Unido parecía un país serio. Pero desde el brexit se ha convertido en «Britaly,» una superpotencia de la inestabilidad política en la que los premieres conservadores se suceden en el cargo dejando con cada relevo el listón aún más bajo. Y el hundimiento puede proseguir. ¿La última pirueta? El hipotético regreso del carismático y festeiro Johnson como líder tory. ¿Disparate? No lo descarten, recuerden que Boris admira al desastroso alcalde de la película Tiburón, ejemplo de político metepatas que seguía en el cargo en el siguiente filme.