Con el descaro juvenil de enfant terrible que caracteriza a señores que hace varias décadas ostentan vello donde nunca les da el sol, algunos personajes mediáticos llevan tiempo diciendo burradas apoyándose en el hecho de que ahora tenemos a varios patriotas identitarios en el Congreso y eso te otorga cierto escudo y la legitimidad que la democracia que pretendes eliminar o limitar nos deja a todos. No tengo nada en contra de que la gente que va justita opine, solo faltaría, pero esto no implica que sus opiniones sean válidas o que tengamos que respetarlas.
Esta semana se ha roto otra frontera más, una que se venía erosionando con luchas de baja intensidad desde los medios y los partidos de derechas, pero que gracias a estos valientes luchadores que atizan duro al pobre mientras lamen lascivamente al rico, lo que sin duda les convierte en aguerridos soldados en esa estupidez que llaman guerras culturales, ha caído del todo.
Hemos visto en televisión al economista y presunto socialdemócrata Gonzalo Bernardos hablarle a una joven que no puede pagar un alquiler en la ciudad donde trabaja en el tono que utilizaría con una niña de diez años. Esta grosera displicencia se queda en nada con la recomendación que le hizo a la joven en nombre de los mercados: vete a vivir a Móstoles o Aranjuez. Para los que no sois de Madrid: en Móstoles no hay alquileres por menos de 600 euros, y además debería pagarse el transporte para ir a trabajar a Madrid, lo que igualaría si no superaría el robo del alquiler en la ciudad donde trabaja. No es ignorancia, ojo, es el aplomo de quienes se creen por encima de todo y tienen la vida resuelta a saber cómo.
El tuitero periodista conocido como Pandemonio en Twitter siguió con la tendencia en una columna de opinión en la que pedía literalmente la expulsión de los pobres de Madrid. Realmente eso es exactamente lo que quiso transmitir Gonzalo Bernardos en La Sexta, la necesidad de expulsar a los pobres para que no anden quejándose y oponiéndose a la usura de los rentistas. Esto hace unos años era impensable, este descaro, esta desfachatez inhumana de pedir abiertamente que los pobres vivan peor, habría eliminado a estos señores de cualquier tertulia televisiva o radiofónica a las que son tan aficionados. Pero así está el patio. Ya no hay filtros. Son opiniones tan escasamente pensadas, por ser fruto del odio, de la aporofobia más delirante, que no habrían tenido cabida en otro tiempo. Solo tienen cabida en los tiempos de la cancelación, qué cosas.
Con la tibia amenaza de una Ley de Vivienda que nunca llegará, no hay tertuliano o político de derechas que no califique de comunista cualquier tímido intento de aliviar mínimamente la descomunal carga que supone en este país vivir bajo un techo. Así, Mariano Rajoy ha salido de su letargo por primera vez para decirnos lo peligroso que es enfrentar a ricos y pobres, que eso es comunismo. Se me ocurre que, por esa regla de tres, Cristian Campos y Gonzalo Bernardos son dos bolcheviques, vaya. Van a tomar el Palacio de Invierno el día menos pensado, pero para ponerlo en Airbnb.
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