Morir matando
OPINIÓN
«Muera yo con estos filisteos» (Jueces: 16, 21-31), gritó Sansón, reza la Biblia, ese fantástico libro de cuentos judíos, como gusta decir al brillante e irreverente Bill Maher. Y derribó las columnas del templo, acompañando así su propia muerte de muchas otras; muchas más de las causadas en su guerrera vida. Tecnicismos aparte, no hay mucha duda acerca del temperamento duro, impasible, helado, de Putin. Ese aura psicopática que le rodea incluye unos rasgos narcisistas evidentes. Putin está en peligro; la guerra no va lo bien que le gustaría, pierde territorio, saca la cabeza una cierta oposición interna, moviliza a cientos de miles de jóvenes rusos, carne de cañón... Ya nadie se cree lo de su «operación especial de desnaczificación». ¿Cuál ha sido su primera reacción ante las malas noticias? Aparte de matar al mensajero, degradando a su cúpula militar y asesores de comunicación, bombardear las ciudades ucranianas, sus centros, indiscriminadamente. ¿Qué será lo siguiente? Todos sabemos que al poderoso no le gusta la derrota. Obvio. Pero convendría saber que el psicópata/narcisista «no puede perder». Porque tendría que vivir del único modo que para él es imposible : humillado. Viviría en mentira, porque su yo hipertrofiado, su grandiosa sensación de autovalía, habrían perecido. En esas situaciones, algunos se suicidan (la muerte real, más allá de retóricas simbólicas), otros, aquellos portadores de ese narcisismo que llamamos vulnerable, optan por una estrategia diferente: una vez imaginado el mañana sin mí, no lo soporto. Y, si puedo, acabo con él anticipadamente. Destruir la memoria del futuro, le llamamos... Solo puedo conjugar el tiempo presente... el aquí y el ahora. Y a menudo, el borrado de ese escenario tan temido, adquiere en el narcisista un aire sacrificial, épico, apocalipsis con trompetas. Es buena idea que a un Narciso psicopático, con acceso a gatillos nucleares, le dejemos un trocito de espejo, por trucado que sea, en el que pueda seguir recreando la fantasía de su belleza. Apretar sin ahogar. Ojalá negociadores y actores relevantes en esa escena lo tengan en cuenta. Mejor gotas delirantes de un falso bello, que un nuevo Sansón derribando las columnas de nuestro templo.
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