Cosas del deporte, cosas del dinero

OPINIÓN

Uros Djurdjevic
Uros Djurdjevic Real Sporting

16 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En los años noventa del pasado siglo daba fe de los más importantes actos jurídicos de una sociedad anónima deportiva, fácilmente identificable. Empecé en 1987, bajo la presidencia de don Ramón Muñoz, y terminé al principio de 2013. Participé, pues, en el interesante proceso de conversión de lo que era un Club Deportivo en una Sociedad Anónima Deportiva. Y escribo «interesante» pues eso fueron las miserias y las grandezas, que resultan, inevitablemente, cuando se trata de hacer algo importante.

Conocí lo que el Ayuntamiento quería entonces, siempre intransigente, con el carácter de «dominio público» del Molinón, patrimonio ciudadano e innegociable siempre. Y por primera vez escuché eso tan confuso que se llaman los «grupos inversores», de procedencia opaca, máximo los venidos de ultramar. Ahora y al final, cuando utilice la palabra «indiano», dejo indiscutible que no hay en mí xenofobia y que la pretensión de lo «puro» me pareció siempre fascista o de totalitarios.   

La obligación del secreto profesional, por lo de antes, es más importante que la libertad de expresión de ahora, mas ello no me impide confesar que jamás tuve la pretensión del funesto cacicato, no habiendo formado parte de ningún Consejo de Administración «deportivo», de otros sí, como también de la Comisión de Urbanismo del Principado. Me limité en la sociedad deportiva al ver, oír, callar, escribir, estando alejado de «camaraderías» nunca deseables. Trabajar para una empresa de fútbol, tan mediática, concitando tantas pretensiones y afanes, deportivos y de todo tipo, a veces contrapuestos, ya era un riesgo en sí, no precisando de otros añadidos o colorantes.

En el año 1995 la Editorial Planeta publicó una serie de valiosos diccionarios: el Diccionario de Literatura, a cargo de Francisco Umbral; el Diccionario del Espíritu, a cargo de Eugenio Trías, y el Diccionario Filosófico a cargo de Fernando Savater. Ahora, hace meses, en el año 2021, la Editorial Ariel vuelve a editar el mismo Diccionario Filosófico de Savater. Ya en 1995 («a mediados de los años noventa del pasado siglo»), me sorprendió que en un Diccionario de Filosofía se incluyera como categoría filosófica la voz Deporte, curiosamente inmediata, en el Diccionario, a la voz Dinero. Y de la estrechísima relación Deporte-Dinero ya era consciente antes de 1995, por teoría y por práctica, y también ahora en 2022, viendo el gran «atractivo» que para muchos tiene lo deportivo y lo dinerario.

Unos dirán que ante tantos problemas cotidianos, en el trabajo, en la familia y en lo social, hay que liberarse y dejarse de realismos, y «darle» a lo imaginario, a lo ideal, a los mitos y a los ritos. Se gritará: ¡Viva el futbol! ¡Pan y toros! ¡Vivas y Hurras! Leí en la prensa que un mandatario de los mexicanos, dijo: «Estamos para soñar y construir algo a lo grande». Jamás, como ahora, lo esotérico, tuvo tanto éxito y nunca quienes «echan las cartas» ganaron tantos cuartos sin IVA, naturalmente. El capitalismo, por su buen olfato, siempre se acercó allí donde hay ruidos de dineros, dineros del deporte. Y esta sociedad, la actual, necesita, acaso cada vez más -repito- de mitos que ilusionen, siendo el «espejismo» y el «engaño», sinónimos de ilusión. Lo dicho: «Estamos para soñar por delante que por detrás estamos con el dinero». 

Los especialistas en las ciencias varias, también en las políticas, encontraron una «mina» en lo imaginario y en lo simbólico. Y siempre bajo la atenta mirada de esos sacerdotes que manipulan lo simbólico e imaginario, bien para adquirir poder, caso de los políticos, o bien para adquirir dinero, caso de los llamados «grupos inversores» en el deporte, que disfrazan unos y otros el llamado «interés general». Tanto en un caso como en otro lo que se busca es simplemente la dominación y su pariente la influencia. Y nada de filosofías morales. 

Otros, especialmente forofos y jóvenes, víctimas fáciles y manipulables, sabiéndolo, no quieren que se les recuerde lo de corrupción y deporte por ser asunto de pedantes y de viejos. No quieren que se les hable de las trampas y de la «corrupción crematística» en el deporte, del deporte en las crónicas de sucesos, pues su identidad va en ello: su Equipo es de ellos; ellos con ÉL a muerte; la victoria del Equipo es su victoria; mi ciudad ¡qué sería sin él! (Equipo). «Idealización de lo imaginario» se llama eso.

Si el deporte es la maravilla o lindeza que dice la Ley 10/1990, de 15 de octubre (elemento fundamental del sistema educativo, factor corrector de desequilibrios sociales y elemento determinante de la calidad de vida), no sorprende que el dinero, que pasó de ser un simple medio a un fin en sí mismo y que jamás padeció una crisis, bien aisladamente, bien por la conspiración de grandes especuladores, corteje al deporte, y siempre con engaños. En estas estamos y, al parecer, cada vez más.

No puede dejarse pasar por alto los escándalos en la Real Federación Española de Fútbol, en la que un Presidente de antes, según publicaron medios de comunicación, tuvo que ingresar en prisión y luego fue destituido de su cargo. Y sobre el actual Presidente lo último que leí está en la página 29 de El Mundo de 30 de septiembre de 2022: «La Fiscalía Anticorrupción ha puesto en marcha una completa batería  de diligencias, a raíz de las denuncias…» Y no necesito que nadie me explique: a).- La  diferencia entre lo que son delitos probados por sentencia firme, de lo que son denuncias regidas por la presunción de inocencia. b).- Que no es lo mismo un ciudadano «privado», ser un cualquiera, que un directivo de una federación deportiva, que es asociación de utilidad pública según los Estatutos. 

Añado que Asturias es tierra de indianos, muy conocidos por sus maneras de ser, hacer e imponer, nobles de cuño y de callos en las manos, Unos, los de antes, con fortunas de procedencia conocida, y otros, los de ahora, al parecer, no tanto y más ricos, ricachos. Fernando Savater en su Diccionario cita al administrativista Alejandro Nieto, que escribió del nuevo estatuto de los grandes especuladores y de las grandes fortunas; de cómo por razones fiscales y en manifiesta desigualdad, ocultan realmente sus bienes y dificultan saber quién es el real propietario.

Y termino aconsejando lo tan castellano y extremeño, también de conquistadores, que decía: «La virtud de la fortaleza no se muestra en guerrear lo flaco, más parece en resistir lo fuerte». Y, desde luego, nunca se ha de perder el respeto, que siempre ha de ser total, pero nada más que eso, ni más ni menos. Y pronto tocará empezar a examinar papeles y requisitos.