A ver si así

OPINIÓN

Atencia junto a tres chimpancés en el centro de rescate de Tchimpounga (Congo). Allí se intenta reintroducir a los animales en la selva, tras sufrir experiencias traumáticas, dado que es una especie amenazada en África por los cazadores y el tráfico ilegal
Atencia junto a tres chimpancés en el centro de rescate de Tchimpounga (Congo). Allí se intenta reintroducir a los animales en la selva, tras sufrir experiencias traumáticas, dado que es una especie amenazada en África por los cazadores y el tráfico ilegal INSTITUTO JANE GOODALL

21 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En el primer cuarto del siglo XX, en exploraciones de la selva de África Central, hallaron al sur del río Congo unas poblaciones de chimpancés diferentes a los conocidos del norte: su rostro era de color negro, a diferencia del color más claro del de la familia de la mona «Chita», su cuerpo era más esbelto y, a ratos, caminaban erguidos por el suelo. Posteriormente, en 1929, el zoólogo alemán Ernst Schwarz, identificó al bonobo diferenciándolo del chimpancé común. De manera que acabaron constituyendo las dos especies de homínidos del género Pan: el chimpancé común (Pan troglodytes) y el bonobo (Pan paniscus). Ambas muestran un elevado grado de cooperación y socialización aunque difieren bastante en sus conductas sociales debido, en buena parte, a estrategias de adaptación a contextos diferentes.

Los chimpancés tienen un alto nivel de violencia letal intraespecífica —que se matan entre ellos, vamos—, posiblemente como resultado de estrategias de adaptación orientadas a un mejor acceso a los recursos alimenticios y a las parejas reproductivas (se ha comprobado, por ejemplo, que la agresión de los machos hacia las hembras aumenta el éxito reproductivo). Las hembras, que tienen preferencia sexual por los machos de alto rango, se encargan del cuidado de la prole mientras los machos defienden el territorio formando patrullas. Cuando se encuentran dos grupos, el que tiene superioridad numérica mata a los machos y a las crías del grupo menor, y se queda con las hembras. Se podría decir que es una especie machista, jerárquica y agresiva.

Los bonobos, por contra, tienen una cultura matriarcal, igualitaria y «amable», digamos. Destaca en esta especie su profusa y variadísima actividad sexual, posiblemente como forma de establecer una amplia red de vínculos y reducir la conflictividad. Todo el grupo cuida de todas las crías porque no se sabe quién es el padre, lo que reduce el infanticidio y aumenta la esperanza de vida. De haber algo parecido a un rango entre los bonobos, son las hembras las que ocupan las posiciones más altas. Los grupos no se enfrentan entre sí y los conflictos se resuelven mediante interacciones sexuales, sin ningún prejuicio sobre la homosexualidad o la edad, siempre que sean sexualmente maduros. Como dice el primatólogo y psicólogo Frans de Waal: «Los chimpancés recurren al poder para resolver los problemas sexuales; los bonobos recurren al sexo para resolver los problemas de poder”. Imagino en este punto a los negacionistas de nuestra condición de primates farfullando todo tipo de improperios.

El caso es que bonobos y chimpancés son los parientes animales más próximos a los seres humanos (Homo sapiens): compartimos el 98% del ADN. Tanto es así que hay expertos en biología evolutiva, como el zoólogo y bioquímico molecular, Morris Goodman, que defienden que los géneros Homo y Pan deberían formar un solo género (Homo o Pan). Pan sapiens, por ejemplo.

Humanos, bonobos y chimpancés somos, pues, primates, homínidos y homininos; podemos decir que tenemos un antepasado común evolutivamente muy próximo aunque nuestro linaje se haya separado del suyo hace unos siete millones de años, y el de ellos entre sí hace un millón de años. Es decir, que a partir de ese ADN compartido podemos, también, reconocernos en sus manifestaciones conductuales; con más afinidad por unos o por otros, ¿verdad? Conductas sociales que tienen su origen cientos de miles de años antes de que Karl Marx y Adam Smith escribieran «El Capital» y «La riqueza de las naciones» respectivamente y, por tanto, libres de sospecha de haber sido influidas por cualquiera de esos textos o sus derivadas ideológicas. Antes al contrario, ambas obras, como manifestaciones culturales de Homo sapiens, están influidas por diferentes maneras de entender el mundo y las relaciones entre sus componentes, en base a diferentes estilos cognitivos relacionados, a su vez, con diferentes estrategias de adaptación al medio.

Las especies evolucionan y, si no consiguen adaptarse a las exigencias del medio, se extinguen. El convulso contexto actual podría estar conformando un hito evolutivo para nuestra especie; la actitud, en auge, de anteponer el interés individual y despreciar las necesidades y el sufrimiento ajeno, tanto más cuanto más se diferencian los demás de nuestro grupo de referencia, podría explicar en un futuro cercano la decadencia del Homo sapiens. El debate urgente es, pues, qué estrategia de adaptación tiene más posibilidades de reducir el sufrimiento humano y el deterioro del medio, y de promover una subsistencia digna de la especie —y no solo de una pequeña parte— a largo plazo: la lucha fratricida por los recursos o la cooperación y el cuidado mutuo.

A ver si así se entiende.

¿Y la próxima semana? La próxima semana hablaremos del gobierno.