«Nada, amigo. Muy poco vender, poco, poco. No gente en calles, nadie compra. No buenas fiesta, no San Mateo. Mal, mal. Todo mal», me dice Osman (quizá el más famoso vendedor ambulante de la noche ovetense) mientras tomo algo en la barra del Jamón Jamón, que no es un chiringuito y le han puesto mil trabas, pero es uno de los pocos lugares que siempre tiene gente en estos días. Bueno, el Jamón, la verdad, siempre tiene gente, de ahí que siempre, unos y otros, le anden buscando las cosquillas.
Que Osman se queje por las pocas ventas es algo preocupante. Él, para el que todo «Siempre bien» ahora sea «Todo mal» nos sirve como termómetro y punto de referencia de lo que está ocurriendo. Me dice que se va a casa como un día normal del año, que no le merece la pena estar hasta las tantas para vender poco o nada. Y eso que estos días no llovió o lo que lo hizo no pasó de algo de orbayu, no me quiero ni imaginar lo que nos espera como le de al cielo por fundirse y venirse encima de Oviedo; algo que se dará, porque no puede ser San Mateo sin una buena tormenta y unos cuantos chaparrones.
En torno a la una de la mañana traté de encontrar algo que llevarme a la boca, los mojitos, y más éstos, con el estómago vacío son como lava vertiéndose sobre mis vísceras. Como me había pasado unos minutos del paternal horario de cierre, en cosas de hambre y de fiesta no soy de mirar la hora, las casetas ya no estaban abiertas y saciar el apetito se convertía en una tarea complicada. Después de peregrinar a mil sitios, hasta los del kebab estaban ya recogiendo, acabé comiendo un bocata de pollo en la Bocatería Limón; vamos, como un sábado más cuando te vas para casa y te agarras al único sustento posible. Un miércoles de San Mateo, a la una de la mañana, y que no hubiese casi dónde poder meter algo sólido al cuerpo. El bocata imposible. Si me lo dicen hace unos años no daría crédito a esta distopía festiva que estamos viviendo en el 2022.
Se acerca el fin de semana, esperemos que todo mejore. Y hagamos porque sea así, no nos resignemos, que no sólo sean quejas y protestas. Debemos salir y disfrutar y festejar, dentro de las posibilidades, pero hacerlo. Porque mande Canteli o mande el tripartito, en los bares estamos siempre los mismos. Y no se necesita más que a unos amigos, a la gente que quieres, para pasarlo bien. El cachondeo siempre es una forma de resistencia.
¡Viva San Mateo! Nos vemos en la calle.
Comentarios