Empiezo a dudar de lo que estoy viviendo. San Mateo comenzó el viernes tras el pregón, pero realmente no puedo asegurar que la ciudad esté en fiestas, creo que ni yo ni nadie que haya salido y haya visto el panorama por el Bombé, La Herradura, Porlier o el Antiguo; ya no les diga nada de El Truébano, pueden imaginárselo.
De lo que llevamos sólo puedo sacar dos cosas buenas, ya sé que puede parecerles imposible, pero voy en serio. Una, el descubrimiento ayer en el Auditorio de ‘The Forrest Band’, que con su repaso de la banda sonora de la película protagonizada por Tom Hanks y algún que otro tema más hizo al público sentado levantarse y ponerse a bailar, qué pena no poder verles el aire libre y tomando algo. Dos, que con estos horarios de cierre de Los Lunnis (doce y media, hasta mañana, Canteli y los ovetenses se van a la cama) y el poco ambiente uno se levanta sin resaca, la mar de fresco, y no pesan tanto los días, aunque son mucho más tristes.
Llovió en Oviedo como llora la ciudad por este San Mateo. Esto no vale como excusa, porque aquí nunca nos paró la lluvia ni nada ni nadie. Daba igual el día, porque se salían todos; daba igual el chiringuito, porque se pasaba por todos; daba igual la hora, porque siempre había diversión. Nos para el tedio, que es lo que lo rompe todo, lo que está haciendo que los ciudadanos rompan esa unión que parecía para toda la vida. No sé lo que falla, o no sé todo. Tampoco sé cómo solucionarlo, pero sí que hay que sentarse y hacerlo. Pero lo que está claro es que por la calle uno no tiene sensación de fiesta, de felicidad. No he encontrado a una sola persona que estuviera contenta con este devenir materno, a ni una. El problema es muy gordo.
Ayer fue como un martes de una semana cualquiera, poco más que rascar. Se acaba en los mismos bares de la Mon de siempre, que está muy bien, pero que el Diario Roma está siempre ahí. La calle, la calle, hay que hacer vida en la calle. Y más en San Mateo, que de eso tratan estos trece días, de pasarlo bien con nuestra gente, con los vecinos, con todos, pero por las calles de la ciudad, haciendo partícipe a cada rincón de la fiesta.
¡Viva San Mateo! Y ahora más que nunca: nos vemos en la calle.
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