Este nuevo curso político promete, pero me parece a mí que Feijóo se lo pensará mejor la próxima vez a la hora de solicitarle al Presidente del Gobierno que debata con él, porque cabe recordar que insistentemente le retó a Pedro Sánchez a acudir al Senado a confrontar sobre las medidas de ahorro energético (luego pidió poco menos que volver a realizar el Debate sobre el Estado de la Nación, en el que en la última ocasión, al no ser diputado, no pudo intervenir). No le salió bien la jugada, y eso que tiene todas las encuestas a su favor y la maquinaria electoral ya está desde hace semanas en marcha de cara a 2023. Entiendo que pueda ser duro reconocer una derrota, pero echarle la culpa a los tiempos reglados ya es el colmo. No obstante, da la sensación de que el PSOE y el PP han recuperado la agenda política, porque sus adversarios están cada vez más fuera de combate. Yolanda Díaz es la única que parece asomar un poco la cabeza con su propuesta de topar el precio de los alimentos básicos, pero ni Podemos, ni Ciudadanos ni Vox han iniciado el curso político con visos de meterse en la pelea. Mismo panorama tendremos la semana que viene en la Junta General con la celebración del Debate de Orientación Política. Ayer fue el día de Asturias/Asturies (y el de Extremadura) y el Presidente del Gobierno del Principado y Secretario General de la FSA, Adrián Barbón, ha confirmado su deseo de repetir como candidato socialista. Es el primero en manifestarlo, y tiene pinta que en el resto de formaciones habrá cambios, empezando por Teresa Mallada, quien me da que no tendrá más oportunidades de conseguir que en Génova cambien de opinión en cuanto a su futuro. Supongo que el tema más trascendental a dilucidar en los próximos días será si hay pretensión de los grupos parlamentarios a acordar unos presupuestos para 2023, porque en esa tesitura de inestabilidad interna no queda muy claro que los diferentes grupos parlamentarios tengan margen de actuación para dar su conformidad a las cuentas regionales.
El lunes arranca un nuevo curso escolar que dejará atrás, por fin, la llamada Ley Wert (que a mi entender supuso un claro retroceso al sistema educativo español, todavía peor que la realizada por Pilar del Castillo y su llamada ‘Ley de Calidad’). En lo que más confío de la LOMLOE, que es ya la octava ley educativa de la democracia, es que consiga reducir lo máximo posible la repetición de curso (y por ello el abandono escolar). Me parece muy positivo que la enseñanza deje de exigir el memorizar contenidos que tarde o temprano se olvidarán por la apuesta en las alumnas y los alumnos, que deberán aplicar en clase los conocimientos que van aprendiendo. Ese cambio de enfoque por el que las y los estudiantes deben formarse por competencias les preparará mucho mejor para el mundo real, que es lo que debe conseguirse con la educación. Por supuesto que hay temas pendientes que se mantienen (y que tienen pinta de no acabar nunca), como son la supresión de los conciertos (y más si su mantenimiento acarrea el cierre de aulas públicas) y de la asignatura de la religión católica y otras confesiones en centros públicos (aunque a diferencia de la anterior normativa ya no cuenta para la media de las notas), pero no obstante confío en que el nuevo método pedagógico sea un éxito y perdure en el tiempo aunque se produzca un cambio en el ejecutivo nacional.
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