La natalidad cae en picado y no van a contribuir a estimularla todas las series que se lanzan a hablar con honestidad brutal y un punto más o menos afilado de ironía de las alegrías y los sinsabores que presiden la vida doméstica después de los nueve meses de embarazo. Catastrophe puso el listón muy alto y su creadora, Sharon Horgan, aún encontró en torno al mundo de los hijos y la crianza más madera que echar al fuego de Motherland.
Martin Freeman ofrece en Bendita paciencia cierto consuelo para quienes intentan, sin conseguirlo, ser los mejores padres del mundo. La serie arranca en su primer episodio con una aproximación a ese tópico que son las noches en vela y el caos vital derivado de la privación de sueño de los primeros años. Ya en su tercera temporada, que acaba de estrenarse en HBO Max, progresa hacia todo lo que viene más tarde, la adolescencia y el peculiar giro de guion que esta impone en una familia marcada por un padre nada ejemplar, los problemas para el manejo de la ira y la ansiedad infantil. La propuesta del actor de El Hobbit, aquí creador y protagonista, nace sobre la base de una comedia, pero es de esas que hacen reír por dentro al mismo tiempo que pellizcan con el poso amargo de quien cuenta muchas de sus verdades sin complacencia ni paños calientes.
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