En la antesala del inicio del nuevo curso político, que se prevé muy intenso («un invierno duro» pronostica la Ministra de Defensa) e interesante (por la confección de las listas para las próximas elecciones municipales y autonómicas), el Gobierno consiguió sacar adelante tres reales decretos y tres leyes muy importantes para la agenda progresista. El plan de ahorro energético (incluyendo la gratuidad del transporte y pagos complementarios para los beneficiarios de becas), la ley de libertad sexual y la adaptación de las bases de cotización de los trabajadores autónomos en función de sus ingresos reales unió al llamado bloque de la investidura y arrinconó en el ‘no’ a toda la derecha de la foto de Colón. Parece que Isabel Díaz Ayuso sigue marcando el camino en el PP, y prueba de ello es que ni el propio Feijóo es capaz de poner su sello, ni tan siquiera para respetar un acuerdo firmado por el anterior presidente del partido para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (es un escándalo que debilita cada día que pasa no a Pedro Sanchez, sino al sistema democrático). Se hace difícil entender que un partido de gobierno no tenga altura de miras, que prefiera seguir copiando a la ultraderecha (veremos en Italia qué pasa, porque allí sí que Giorgia Meloni tiene muchas posibilidades de vencer en los comicios) y que con sus decisiones juegue con el futuro del país sin importarle que sus acciones perjudiquen a la mayoría de la ciudadanía. Es legítimo que el principal partido de la oposición haga su trabajo y fiscalice la labor del PSOE y de Unidas Podemos, pero eso no tiene nada que ver con usar cualquier medio de desgaste que afecte al Estado con tal de debilitar al actual ejecutivo nacional (habrá que ver con los presupuestos de 2023 si se repite la misma escena, que salvo sorpresa mayúscula no parece que vaya a producirse un cambio de rumbo).
Todos debemos ser conscientes de que estamos más controlados y grabados que nunca. Aunque podamos tener la sensación de que nuestra intimidad está garantizada, cada movimiento que hacemos queda registrado. A esto se suma que desde que los móviles llevan incorporada cámaras y que cada vez más se suben a redes sociales contenidos sin filtrar (me refiero sobre todo a directos), la proliferación de imágenes es brutal. Hace unos días se hizo viral como una persona robaba una mochila en una playa de Barcelona aprovechando el descuido de su propietario. Lo curioso es que esa grabación se hizo por parte de un equipo de TVE que estaba recogiendo impresiones de turistas y que una vez emitidas las imágenes fue cuando se destapó lo ocurrido. Cada lugar del mundo tiene su forma de ver las cosas, y desconozco si en Finlandia es un escándalo que su primera ministra baile con sus amigos y amigas y se lo pase bien (no creo que haga falta remarcar la edad que tiene, como si fuera más justificable tener 37 que 60 años para salir de fiesta). Si se ve como una vergüenza lo que se ha difundido hasta el momento de videos privados de Sanna Marin, pues yo discrepo, porque no veo nada de lo que tenga que arrepentirse o avergonzarse. A mi manera de ver en España no hubiera generado polémica (otra cosa sería mofas, que seguro que sí) y mucho menos se le hubiera exigido un test de drogas a nadie, pero no obstante y viendo lo que está sucediendo en el país nórdico creo que es lamentable ver la campaña de difamación contra ella (la presión le empieza a afectar en sus comparecencias de prensa). Ojalá todo esto sea pasajero y pueda seguir llevando su vida como le parezca.
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