Las medidas para reducir el consumo energético en España aún no se han aplicado, pero más allá del lógico e imprescindible debate, ya han creado polémica, de las barulleiras y estériles.
A pesar de que lo anunciado por el Gobierno coincide con lo que pidió Feijoo hace unos días, el PP de Madrid aprovechó la oportunidad para reclamar que en el resto de España le hagan algo de caso. ¿Cómo? Como siempre. Con ocurrencias, perspectivas negativas y partes por el todo. Primero abrió fuego Ayuso amagando con una insurrección. Después fue su vicepresidente, Enrique Ossorio, quién dio a los empresarios una supuesta vía de escape: «apagando la luz diez segundos ya lo cumples», dijo el jueves. Su comentario logró popularidad en las redes. Y abrió la veda para una ofensiva con deriva populista a la que se sumaron el PP estatal y los decadentes Ciudadanos: salieron a pasear el mítico Falcon, la «insensibilidad» y la «tristeza». ¿Todo vale? Parece que sí.
La necesidad de ahorrar energía no es un capricho ni una postura de izquierdas o derechas, sino una necesidad. La imponen un escenario marcado por la guerra y la inflación. Y hay un mandato europeo. Se puede cumplir de muchas maneras, pero no con ocurrencias, chistes o lemas vacíos como «Madrid no se apaga». ¿Propuestas alternativas serias? No llegaron. No se las espera. Y eso sí que es triste.