La boa y el elefante

Oleksandr Pronkevych
Oleksandr Pronkevych CATEDRÁTICO DE LITERATURA ESPAÑOLA EN LA UNIVERSIDAD DE MYKOLAIV  

OPINIÓN

ALEXEY MAISHEV / KREMLIN POOL | EFE

21 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La guerra ha afectado a mi percepción de la literatura, como ella ha afectado a mi tiempo, mi lengua, mi consciencia y mi inconsciente. En todo lo que leo, veo representaciones de la tragedia de Ucrania. No es un buen método de interpretar obras literarias, pero así funciona el trauma. Para trabajarlo, siguiendo recomendaciones de los expertos psicoanalistas, en mi diario voy a contar una interpretación (como dirían mis colegas del gremio de filólogos) «esquizofrénica» mía de una imagen conocida que me persigue desde el 24 de febrero

La famosa historia del Principito de Antoine de Saint-Exupéry se abre con una alegoría. Siendo el autor un niño de seis años, leyó sobre una boa que se estaba tragando una fiera y comentó lo leído de una manera un poco surrealista: dibujó la imagen que parecía un sombrero. Después mostró el dibujo a adultos preguntándoles si tenían miedo de lo que veían, pero ellos no comprendían por qué debían tener miedo del sombrero. Sorprendido por su estupidez, el niño les presentó otro dibujo: la boa que ha tragado el elefante.

Esta alegoría no me deja en paz. En ella se trata del arte de quedarse niño en cualquier edad, pero me obsesiona la idea que el elefante es Ucrania y la boa es Putin: el dibujo refleja perfectamente su deseo violento de devorar a Ucrania. Pero, como se sabe, el deseo y la realidad son las cosas que están en conflicto permanente. Querer tragar algo y ser capaz de tragarlo no es lo mismo. Ahora está claro que todo el elefante nunca entrará en el interior de la boa porque la garganta de la serpiente es demasiado estrecha. Sin embargo, la boa Putin sigue su ofensiva, aunque lenta y con pérdidas enormes, abriendo más y más su asquerosa boca.

Otra diferencia importante entre el dibujo del niño y la realidad de la guerra es el hecho de que el elefante del Principito se comporta tranquilo en el interior de la boa esperando el momento que lo digiera. No es nuestro caso: nuestra contraofensiva y la guerrilla en las zonas ocupadas no permitirán a los rusos digerir nuestros territorios. El duelo del elefante y la boa nos enseña otra alegoría clásica española popular: «Una Sierpe a Blas mordió / ¿Qué pensáis que sucedería? / Que murió Blas: ¡Tontería! / La Sierpe se reventó».

Al liberarme de mi obsesión, empiezo a pensar que mi interpretación de la alegoría no es tan esquizofrénica. El Principito fue publicado en 1943 y su autor era un aviador quien murió en la guerra. Antoine de Saint-Exupéry tenía todas las excusas para no ir al frente. ¿Lo hizo porque sabía discernir al elefante en el interior de la boa? Dirijo esta pregunta a los adultos que prefieren ver un sombrero y hablar «de bridge, de golf, de política y de corbatas» sin darse cuenta de la guerra.

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