Hay maneras y maneras de caer en desgracia. Que se lo pregunten a la senadora Susana Díaz. No hay como que a uno le vengan mal dadas si pertenece a la exclusiva clase política, clase social en sí misma donde el que cae lo hace sobre un colchón de plumas. Perder es ganar: uno está menos expuesto, no se le piden cuentas, y acaba teniendo el mismo miedo a la inflación que a una pistola de agua en una ola de calor. A poco que el político defenestrado se haga el muerto acaba saliendo a flote. Es el caso del brazo ejecutor de Pablo Casado, Teodoro García Egea —en el centro de la imagen, para quienes hayan pasado esa página—, quien en el fragor descafeinado del debate sobre el estado de la nación fue elegido presidente de la Comisión de Seguridad Vial. Él parece a punto de estallar en un «me llena de orgullo y satisfacción». Presidente de la Comisión de Seguridad Vial. Definitivamente, los atascos que soportan los políticos no son de este mundo.
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