Memoria de diccionario

Miguel Niño Martínez

OPINIÓN

Paseo del Bombé, en Oviedo
Paseo del Bombé, en Oviedo

27 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Él, 88 años.

Paseo del Bombé un sábado de mayo.

Mañana de inicio con niebla que va barriendo el sol a paso de lunes

Estoy sentada en un banco. Sentado. Lleno de mis cosas, Ausente.

Hay, sobre la plataforma lisa de cemento, una exhibición anual de Tai Chi.

He grabado un breve vídeo y, luego, una tomas de planos generales. Entre el casi centenar de participantes, se encuentra mi amigo Luis. Él ha tenido el detalle de invitarme. Y yo, le he correspondido con mi presencia y esos recuerdos virtuales.

Un señor se queda de pie frente a mí y me  saluda.

Sin más, su pregunta: ¿eres de Oviedo? Y luego alguna curiosidad sobre la vida normal.

Le respondo sobre mi procedencia y satisfago de alguna forma su espontánea curiosidad.

Sin mediar más palabras, se sienta en el mismo banco y con papel y lápiz, me va a explicando el uso de los signos de puntuación: los dos puntos, la coma, el punto, el punto y como y, así hasta los interrogantes, las afirmaciones. Domina el diccionario ortográfica desde la a  la Z. 

No da respira a todo lo referente con la escritura en su correcta expresión formal.

Pero, lo hace con la candidez del niño y la sensatez del anciano en un fluido verso de rima consonante al decir de los clásicos.

Es increíble el flujo de memoria poética en el recordar de las reglas ortográficas de los signos en el uso correcto del español.

Huérfano de madre. Emigra a Europa. Allí se casa...

De vuelta a casa, vive años en Galicia, norte de Portugal y, por fin, en Oviedo.

Aquí, en Oviedo en este sábado ya a las 12 brillante sábado de mayo le he tenido sentado junto a mí en el mismo banco, disfrutando de su empatía, su cariño, sus recuerdos y, sobre todo, de su memoria poética del diccionario de los signos.   

Sabe todos los «himnos» a través de libros; pero, todo es tan bien explicado de una forma genial. Lo tiene todo, absolutamente todo metido la cabeza.

Miguel, me insiste que lo tengo todo en la cabeza: todo, todo. Todo.

Me ha permitido, antes de despedirnos, sacarle una foto. Previamente me ha obsequiado con su número de teléfono y me ha arrancado la promesa de que le llama y otro día que tenga tiempo libro me irá ilustrando con la frescura de su memoria en el arte ahora un tanto descuidado (tal vez por el imperio de las NN.TT) de la elegancia «puntuacional».