Peces de ciudad

Álvaro Boro REDACCIÓN

OPINIÓN

Joaquín Sabina, antes de tener que suspender su concierto
Joaquín Sabina, antes de tener que suspender su concierto Víctor Lerena | Efe

22 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada vez que me pongo a escribir algo se activan dentro de mí todos los resortes de la curiosidad, que también podrían ser los de la vagancia, y pierdo una cantidad de tiempo inmensa buceando por Internet. Me leo todos los hilos inútiles de Twitter, pincho en todas las noticias habidas y por haber cuyos titulares son formulados para puro clickbait, veo vídeos en YouTube donde escritores muy buenos hablan de su trabajo y su capacidad de trabajo y sacrificio mientras yo pierdo el tiempo. Y si hay suerte no acabo en algo porno, que es donde acaba uno siempre que pasa mucho tiempo merodeando por la red.

Así llegué a un video donde se ve a Sabina con Benditos Malditos (La Banda Sabinera) cantando ‘Peces de ciudad’ en la Galileo Galilei. Nada más escuchar los primeros acordes y ese «Se peinaba a lo garçon» se me pusieron los pelos como escarpias. Joaquín acudía el pasado abril por sorpresa al concierto de su banda, y para los que estuvieron allí debió de ser algo inolvidable. Después de sus marichalazos, achaques, vicios varios, grandes triunfos y espantás el de Úbeda sigue aquí en plena forma. Tiendo a creer que se debe a que vive rodeado de libros; y los libros abrigan, arropan y cuidan. Pero puede que todo esto no valga para nada y esté aquí por azar y porque los dioses permiten que sigamos disfrutando de su maestría. El más torero de todos los cantantes, el más cantante de todos los toreros: los triunfos y la puerta grande, siempre le elevan cerca del cielo.

«Primavera de un amor / amarillo y fugaz como el sol / del veranillo de San Martín». No sé cuántas veces habré escuchado esta canción a lo largo de mi vida, siendo parte de la banda sonora de mi adolescencia me acompañó en lo malo y más en lo bueno, porque yo sí que trato de volver allá donde fui feliz: un lugar, una persona, un recuerdo, un instante, un todo. Canté con amigos que lo fueron mucho y ahora ya no son tanto, porque madurar es que te vayan cerrando tus bares y perdiendo gente, y nos sentíamos parte de algo grande y mejor, algo que era la amistad.

Y  ahora vamos luciendo los tatuajes, pero no de un pasado bucanero, sino de un tiempo que pasó y que ahí está para abordarlo y volver a vivirlo, para volver a esos instantes donde los sabios nunca se retiran y los cristales de los acuarios de los peces de ciudad siempre brillan relucientes.