No sería Cuéntame la crónica de la vida española que es si las trifulcas que hornean la vida política del país no impregnaran también a su ficción más emblemática. El jaleo que ha armado Imanol Arias con sus declaraciones, luego matizadas o corregidas, sobre supuestas presiones por parte de TVE revela el nerviosismo que ha generado el inminente final no confirmado de los Alcántara. La controversia en torno a esta familia no es algo nuevo. Aznar sostiene en sus memorias que la génesis de la serie tuvo lugar durante una cena con artistas en la Moncloa, con él como anfitrión, y que la idea voló como el viento. Sus creadores lo desmintieron.
Con el reloj histórico de la trama ya en marcha, también Felipe González se pronunció hace años en una entrevista con Ana Pastor en Los desayunos de TVE. Afirmaba que «la voluntad política del momento decidió que esta serie se parase, se detuviese, en 1982» para no tener que dar cuenta de la victoria del PSOE de aquel año. Nunca hubo pruebas, pero la leyenda quedó en el aire. Lo cierto es que la serie llegó a 1982 y lo rebasó. Un Alcántara llegó a trabajar para el Gobierno socialista y se escenificaron algunos de sus asuntos más punzantes, como el caso Roldán. Ahora las palabras de Imanol prenden de nuevo la mecha de las intrigas palaciegas cuando la serie se aproxima al momento de narrar la llegada de Aznar al poder, si no concluye antes su camino.
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