Horrible accidente y morir por no cooperar (y XIII): plutopatía

OPINIÓN

MABEL RODRIGUEZ

08 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los días 18 y 19 de mayo se celebró en Londres la Moral Money Summit. A ver qué es eso del «dinero moral». Es una cumbre europea sobre estrategias medioambientales, sociales y de gobernanza para un mercado financiero orientado a una economía global sostenible, organizada por el Financial Times. ¿«Moralwashing»? (lavado moral). Veamos.

En una de las conferencias ante banqueros, inversores, reguladores, etc, el director global de Inversión Responsable del HSBC, uno de los diez mayores bancos del mundo, acusó a los banqueros centrales y responsables de políticas públicas de exagerar los riesgos financieros del cambio climático.

Afirmó que los inversores no deberían preocuparse por el riesgo climático: «¿A quién le importa que Miami esté a seis metros bajo el agua dentro de 100 años?»

Para explicar los efectos que puede tener el cambio climático en las cuentas de resultados de sus clientes preguntó: «¿Cuál cree la gente que es la duración media de un préstamo en un gran banco como el nuestro?» La respuesta: «Es de 6 años. Por lo tanto, el año 7 es irrelevante». Sirva de ejemplo paradigmático de la conducta de satisfacción de intereses particulares a corto plazo sin tener en cuenta los daños a terceros, presentes o futuros, propios de la estrategia de supervivencia egoísta. ¿Dónde ha quedado la moral?

Una manifestación más de negación de toda realidad que perjudique a los beneficios de unos pocos muy poderosos. Es la negación de los efectos que sobre los sistemas biofísicos que nos sustentan tienen unas políticas económicas extractivistas patrocinadas por entidades que nada tienen que ver con la democracia o la libertad interesadamente manipulada por los valedores políticos de la élite financiera.

Manifestaciones que, como las de rechazo a todo colectivo que perturbe el statu quo vigente invocando igualdad de derechos, Derechos Humanos o sostenibilidad ambiental, son cada vez más frecuentes gracias al impulso de esta ola neoliberal-reaccionaria en fase ascendente que padecemos.

Como dice la exvicepresidenta ejecutiva de la multinacional de comunicación corporativa Edelman y experta contra la desinformación climática y el «greenwashing» (lavado verde o blanqueo medioambientalista) de la industria, Christine Arena: «Los comentarios del director de Inversión Responsable del HSBC son similares a los que escuchamos a los ejecutivos del petróleo y del gas en la CERA Week (la conferencia anual sobre energía organizada por una empresa de inteligencia para industrias y mercados de capital intensivo perteneciente a la sociedad de servicios financieros Standard & Poor’s). Estos son los valores que han defendido siempre. Lo que pasa es que ahora se sienten empoderados como para decirlo en voz alta tranquilamente».

No es fácil ofrecer resistencia democrática a esta inercia de abuso depredadora de derechos que, consecuentemente, incrementa la desigualdad social. Desde mi punto de vista, como psicólogo, todo obedece a formas de entender el mundo definidas principalmente por dos tipos de estrategias de supervivencia y sus respectivos estilos cognitivos: cooperación y egoísmo. Y mientras los valores y expectativas materialistas del egoísmo consigan permear de arriba abajo -es decir, desde el polo acaparador en función de su mayor poder y menor ética-, seguirá habiendo víctimas de este abuso económico que abracen el discurso de la exclusión para atacar, paradójicamente, a quienes están aún en peores condiciones, justificando así un proceso de disgregación y precarización sociales. Está estudiado.

No deja de sorprenderme que, en estos debates sobre estrategias de supervivencia (cooperación vs egoísmo -que es de lo que escribo-), a mi crítica al egoísmo político, fundamentada en datos y argumentos desde ámbitos como la biología, la ecología, la antropología, la psicología, la filosofía, la economía e, incluso, la física, como los que se exponen en esta serie de artículos (Horrible accidente y morir por no cooperar),  haya a quienes enseguida se les dispare el resorte del recurso al comunismo y los genocidios de Stalin y Pol Pot. Como si criticar la deriva neoliberal equivaliera a defender el modelo «cubazolano». Una dicotomía discursiva que corrobora la falta de argumentos útiles a un debate que nos permita avanzar hacia un futuro mejor para todo el mundo, no solo para una pequeña parte.

El negacionismo de la desigualdad rampante o del riesgo climático es un síntoma más de un egoísmo exacerbado que anula toda capacidad crítica. Capacidad que no requiere un discurso académico; basta con mirar alrededor y un poco más allá: ver cómo ha evolucionado la vida de las familias, o lo que va quedando de ellas, en este siglo, aquí y en los países que se toman como referencia.

Me gustaría saber cómo creen los «dicotomistas» del capitalismo vs comunismo que va a enfrentar el mercado laboral, el energético o el inmobiliario su descendencia. ¿Con más desregulación y menos protección pública? ¿con «esfuerzo meritocrático»? ¿Acaso creen que no les va afectar el terremoto socioeconómico y ambiental que se avecina -si no adoptamos medidas drásticas y cambiamos de rumbo- del que hace tiempo sentimos temblores preocupantes?

La plutocracia que habitamos ha acabado desarrollando una epidemia de «plutopatía» -por denominar una variante coloquial de psicopatía motivada por el dinero- que, a base de rechazar los datos que la realidad nos proporciona, impide a quienes se han contagiado ver las amenazas a las que nos estamos enfrentando.

Así es difícil crear, para un mundo superpoblado y con recursos limitados y en deterioro, un modelo diferente, nuevo incluso. Urgente y democrático siempre. A diferencia del autoritario que se extiende como un virus por todo el mundo. 

¿Y la próxima semana? La próxima semana hablaremos del gobierno.