En política, el que insulta va perdiendo. En política, o llevas la iniciativa o te estás quedando sin oxígeno. Es muy buena señal para Feijoo que un Sánchez desencajado fuera el otro día un remedo de Pablo Casado, con el insulto como único recurso: «Hoy los mangantes no están en el Gobierno como sí ocurría con el PP». Mal. La prueba de que el Gobierno ha perdido la iniciativa es ese insulto que trata de viajar al pasado para señalar al PP de antes. Pero Feijoo lleva años gobernando una comunidad autónoma y no se le conoce condena ni problema con la corrupción. Estéril acusación. El nuevo líder del PP debe seguir con su paso seguro y su ritmo moderado, aunque ante el exabrupto de Sánchez contestase más agresivo de lo que es marca de la casa con un «tenemos una caricatura de presidente». Ya está dicho. Pero no debe entrar al trapo violento de los insultos y las descalificaciones. Al PP, hasta el CIS lo ha sancionado, lo que le está funcionando es huir de la política de la crispación, del odio estéril. Ocho de cada diez españoles están hartos de cruces de acusaciones. Desean soluciones, acuerdos, ideas, pactos. No debe Feijoo contestar a insultos a la desesperada con insultos.
El camino no es otro que el que está siguiendo. Dos votaciones de los populares en el Congreso que salvaron a un PSOE completamente perdido. Mostrar, a pesar de los insultos, la mejor cara, seguir ofreciendo la otra mejilla con propuestas serias de reformas económicas para que los españoles no sigamos instalados en el fin de mes más largo de nuestra historia reciente. Hoy el fin de mes para una familia media empieza el día 15. Los precios desbocados hacen que las cuentas estén en números infrarrojos cuando solo se ha superado el ecuador del mes. Quedan dos semanas infernales donde apenas se puede sobrevivir, del trabajo para casa y la luz apagada. Como para aguantar que la política siga siendo insoportable ruido, aburrido e inservible «y tú más».
Sánchez siempre ha ido sobreviviendo de los conejos que sacaba de su chistera. Cuando arreciaba un error, la máquina del PSOE se inventaba alguna medida para que nos enredásemos a hablar de ella y dejásemos de ver el problema que el Gobierno había cometido. Pero esas huidas hacia adelante ahora ya no le llegan. Se le nota en el rostro demacrado, en el cansancio de unas ojeras que no estaban ahí, antes de la explosión de Pegasus.
Es una señal gigantesca que Sánchez haya pasado la línea roja de los insultos que tanto afeaba a Casado. No le funcionan las operaciones de márketing, recuperar la memoria histórica, sus grandes clásicos, para agitar a los españoles. Ese insulto es un antes y un después. Pero curiosamente, los nacionalistas, ERC, no son el mayor conflicto que tiene Sánchez. Está tan desencajado porque se le está cayendo el socio de Gobierno. Podemos se le rompe y encima ejerce de dañina oposición dentro del Ejecutivo, del espionaje a la regla. Feijoo, como buen gallego, debe ir peldaño a peldaño. Tender la mano para salvar al Estado. Ofrecer un futuro, no el odio de los insultos. Sánchez va perdiendo, pero, ollo, queda mucho partido.
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