Parece que la pretensión de poner en marcha lo que se ha venido llamando como «frente amplio» para resurgir el espacio político que ocupa Unidas Podemos no ha empezado bien (veremos cómo acaba). Apuraron tanto (por una cuestión de puestos) para registrar la coalición andaluza que terminó por provocar que las firmas de los representantes de Podemos no llegaran a tiempo. Aunque se minusvalore esta circunstancia a una cuestión administrativa, el tema sí tiene su importancia a la hora del reparto para las subvenciones. Bien es cierto que se partía de un escenario complicado porque la formación morada lleva una larga crisis desde que se desligó de Teresa Rodríguez (por cierto, usará su cara como logotipo en la papeleta de su partido, Adelante Andalucía, con el fin de evitar confusiones con Por Andalucía), pero parecía que con la marcha de Pablo Iglesias y el nuevo tiempo que Yolanda Díaz iba a realizar con su «proceso de escucha» las diferencias se podían solucionar. Hay quien piensa que no son positivas estas uniones, porque no terminan por concentrar los votos en la práctica (y no por problemas ideológicos, sino más bien por los personalismos). Lo que está claro es que, mientras tanto, Moreno Bonilla (que apenas utilizará el logo del PP para ensalzar su apellido, al puro estilo Feijóo en Galicia) se está frotando las manos, porque todo lo que sea desviar la atención a que tendrá de aliado en la próxima legislatura a Vox le beneficia. En Castilla y León parece que no funcionó el mensaje de alertar a la ciudadanía de «qué viene el lobo» (y poco tiempo después tampoco en Francia, porque la ultraderecha se quedó a las puertas de conseguir la presidencia del país). En este sentido, quizás el PSOE es quien más está obligado a encontrar un mensaje que de verdad movilice a su electorado para ponerle freno a esta cuestión, y más en una comunidad autónoma en la que al igual que en Asturias/Asturies ha gobernado en la mayor parte del tiempo desde que se restableció la democracia.
Me ha llamado bastante la atención un estudio (del Centro de Políticas Económicas de la Escuela de Negocios Esade) que asegura que no es positivo para las niñas y los niños acudir a clase en horario continuo. Se habla entre otras cosas del perjuicio en el rendimiento académico de las y los alumnos (por pasarse tantas horas seguidas en clase sin apenas descansar) y la desigualdad que se genera en aquellas familias que no se pueden permitir el lujo de pagar extraescolares para que sus hijas e hijos realicen actividades por las tardes. En su día estudié en un colegio público que tenía la jornada partida, y no fue hasta llegar al instituto cuando el horario era solamente de mañana. Siempre he defendido al segundo, y también lo enfoco al ámbito laboral, porque el trabajar de tarde, después de una comida, y más si se ha estado la mayor parte del tiempo en la oficina o donde desarrolles tu labor, creo que disminuye la capacidad de concentración. Tus ganas a medida que pasa las horas van bajando. No obstante, entiendo y comprendo que las autoridades educativas estudien cada caso, porque hay diferencias y no me parecería bien que se decantarse por un modelo u otro por gustos, sino por la utilidad y las necesidades (entre otras cuestiones, es primordial tener en cuenta la conciliación).
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