«El ser es y el no ser no es». Tan sencilla como esa genial afirmación del sabio es la interpretación más acertada que se puede hacer de la pérdida de población de Asturias y la inminente caída por debajo del millón de habitantes de nuestra tierra. Sucede esto, además, en un momento en el que se debe negociar la financiación autonómica, y el criterio poblacional va a ser sostenido por las comunidades autónomas con más habitantes y más ricas. Asturias ha pasado la legislatura sin enfrentarse al «no ser» que se avecina y asumiendo, con sorprendente naturalidad, que la presente no va a ser una legislatura de cambio de época. Porque, si bien es cierto que la bajada de un millón de habitantes no es el abismo en sí mismo, sí demuestra un hecho indiscutible: es el fracaso político de toda una época de Asturias que creíamos haber superado, y lo es porque esa realidad de declive demográfico avisa de una amenaza existencial para nuestra tierra, ya que compromete su viabilidad como comunidad con capacidad política e influencia en el concierto estatal y europeo. Izquierda Unida hará de éste el principal de los asuntos a tratar en este final de la presente legislatura, que comenzó siendo la del cambio generacional y con el objetivo de romper una pésima inercia, adquirida durante el final del siglo pasado, a la hora de enfrentar nuestros problemas estructurales. Aún más, entendemos que el combate contra el declive demográfico ha de ser una seña de identidad del asturianismo político de 'la Asturias real', que, afortunadamente, parece que se va reconceptualizando tras los avatares de esta legislatura.
Afirmamos todo esto porque la disminución del peso demográfico asturiano es reflejo de un declive de nuestra vitalidad económica, y sin ésta no hay peso político. Por tanto, no hay proyecto de futuro para Asturias. Porque, además, no se trata ya «sólo» de cuántos habitantes tenemos, sino de cómo se distribuye nuestra pirámide de población y qué consecuencias tiene para nuestro futuro común el perder decenas de miles de jóvenes a la vez que aumentamos decenas de miles de pensionistas en lo que va de siglo.
Con la tendencia económica e industrial actual podríamos mantener una existencia de cierta magnitud demográfica, que algunas proyecciones sitúan en el entorno del medio millón de habitantes. Según estos cálculos, Asturias seguirá siendo un territorio moderadamente habitado, pero claramente residual, al vaciarse de identidad, que es un concepto que, surgiendo a través del hilo de nuestro pasado, sólo arraiga y florece en la renovación constante que, en todos los campos, genera la actividad socioeconómica de un territorio. La pérdida de identidad genera una disminución de la capacidad de autogobierno y autonomía. No es, por tanto, éste un asunto político convencional que pueda ser despachado con despreocupación o abordado con criterios de «marketing» electoralista.
Sí, nos asomamos al desastre y esta puede ser la «Crónica de una muerte anunciada». Si los agentes políticos no lo admitimos, enajenaremos la política de la sociedad asturiana, pues dejaríamos de atender al problema básico al que esta se tiene que enfrentar. La política no alienada es la que afronta los problemas estructurales. Este, como sostenemos, es el principal, y no por una mera cuestión simbólica, sino por lo que conlleva la sangría demográfica, como hemos dicho. Somos conscientes de que no podemos desentendernos y decirle al Gobierno «solo tú puedes cambiar esto». Se requiere un gran esfuerzo colectivo y un fuerte pacto político que fije las políticas necesarias, y las sitúe fuera de la controversia diaria, para afrontar esta gran amenaza para la comunidad asturiana. Requerirán mucho esfuerzo y provocarán grandes malestares en determinados sectores. Sucede con todos los cambios reales.
Pactar significa no sólo acordar medidas, sino conllevar de forma conjunta sus efectos, hacerse responsable de ellas. Es decir, no culpar al Gobierno de la dureza de las transformaciones, sino formar parte del gobierno de esas medidas. La alternativa es aceptar el declive de nuestra sociedad, convirtiendo a la Junta General y al Ejecutivo en estructuras dedicadas a lo accesorio, a la gestión del día a día o a ser cajas de resonancia de campañas electorales que duran toda la legislatura. Así, convertiremos las instituciones asturianas en unas que se centran en su propia supervivencia y en la de los partidos allí representados. Es decir, en continentes vacíos de lo real.
Cierto es que hay naciones y comunidades con proyecto y futuro que tienen menos de un millón de habitantes, pero también es cierto que esa dimensión está conformada por su actividad económica, por su ser. Lo que aquí subrayamos es que la pérdida poblacional asturiana es reflejo y consecuencia del declive económico y es por eso que amenaza nuestra existencia. Lo ha dicho el propio Gobierno asturiano, por boca de su Comisionado para el Reto Demográfico, cuando afirma que no hay suficiente oferta de trabajo y que «otra cosa no va a ocurrir para cambiar la tendencia» a la pérdida de población. También dijo, reproduciendo una afirmación clásica en su campo de saber, que no existen territorios sin futuro, sino sin proyecto. Eso lo compartimos. Sobre todo, sin proyecto industrial, que es lo que está debilitando nuestra capacidad para diseñar el futuro.
Necesitamos tejido industrial y contamos con un magnífico instrumento infrautilizado: el «Pacto por la Industria». Tenemos que ser capaces de impulsarlo de forma inmediata y hacer de él el núcleo político de la legislatura que se avecina. Será el nervio industrial-económico el que determine la magnitud demográfica y, por tanto, política, de Asturias, pero parece evidente, incluso para el profano en demografía que, dada la historia, el territorio, las infraestructuras, el conocimiento y la capacidad formativa de esta tierra, nuestro lugar no se sitúa por debajo de ese millón que siempre ha caracterizado nuestra fisionomía simbólica. Puede ser, pero parece extraño. No obstante, si, como afirma el Comisionado, es una demografía saludable, entonces sí que no será un drama estar por debajo del millón de habitantes. Lo grave de lo que sucede ahora no es sólo la pérdida de sistema industrial, sino el carácter patológico de nuestra estructura demográfica, que nos va a colocar en un lugar nada atractivo en el conjunto europeo. También una demografía sana nos liga y conecta a Europa y nos nutre de ella a todos los niveles; sin ella quedaremos aislados incluso en el plano intelectual.
Izquierda Unida quiere conectarse al hilo rojo de la historia asturiana que alumbró la modernidad para toda España, contribuyendo a conducirla al siglo XX. Pocos territorios en el mundo gozan de las condiciones materiales necesarias para el éxito, lo que no tenemos aún es una política del siglo XXI, sino que seguimos padeciendo la estructura mental del siglo XX con el que, en este aspecto, hay que romper. Necesitamos una política para una nueva generación y para una nueva y grave amenaza. Proponemos que este año se pongan las bases en Asturias para tres pactos: Industrial y ambiental -la vertiente medioambiental es un valor que Asturias tiene que aprovechar para su desarrollo-; un pacto para el impulso de nuestra Universidad, que nos conecta con el mundo de las nuevas ideas y que tiene capacidad para atraer gentes; y un pacto por una reforma de las administraciones públicas para situarlas como locomotoras del cambio. No sólo en este último ámbito, sino en los tres, los ayuntamientos asturianos tienen que estar integrados en el pacto político, que obviamente ha de hacerse con los agentes sociales. Estamos asistiendo a cómo la Universidad está padeciendo la insolidaridad y la cortedad de miras de la mentalidad más reaccionaria del siglo XX asturiano ante el intento de establecer una nueva forma territorial acorde a un nuevo tiempo. Hace falta una política de Estado en Asturias y requiere de mentalidades de altura.
Sobre estos ejes pivotará la propuesta política de Izquierda Unida de Asturias para las próximas elecciones. Queremos contribuir a que la gente sienta las decisiones políticas en su vida cotidiana, creemos que la sociedad asturiana puede ser protagonista de su futuro para hacer que ésta vuelva a ser una tierra de inmigración y acogida, porque nuestra identidad es, sobre todo, abierta y en permanente evolución. Somos una sociedad tan bien cimentada en los mejores valores sociales y humanos que albergamos todas las oportunidades de éxito. Convoquémonos a ello, a la Asturias de aquí y a la que trabaja y vive en todos los rincones del mundo pensando en Asturias y que sumará, sin dudarlo, esfuerzos para que esta tierra supere sus dificultades. Pactar por el Asturmillón es hacerlo por algo mucho más que un número: es un símbolo de un nuevo tiempo.
«Ser o no ser, ésa es la cuestión». Otro sabio, polemizando con el que inaugura estas líneas, dijo: «todo fluye; nada es». Es decir, el cambio, también el de las predicciones estadísticas, no sólo es posible, sino necesario.
Ovidio Zapico
Coordinador de IU Asturias
Comentarios