Para muchos de los que nos conectamos a Twitter al poco de despertarnos el lunes nos quedamos asombrados con el monotema que se ha dado esta edición de los Oscar. No fueron ni los premiados ni los vestidos lo importante, sino lo que aquí se cuenta: «Las entidades de investigación de la policía de Los Ángeles tienen conocimiento de un incidente entre dos individuos durante el programa de los Premios de la Academia. El incidente involucró a un individuo que abofeteó a otro. El individuo involucrado se ha negado a presentar un informe policial. Si la parte involucrada desea un informe policial en una fecha posterior, la policía de Los Ángeles estará disponible para completar un informe de investigación». Creo que no hay persona en este planeta que no haya visto la bofetada que Will Smith le propinó a Chris Rocks, por mucho que este cuerpo policial quisiera proteger la identidad de ambas personas en su comunicado. Como en todo en la vida, hay quien se queda en lo superficial y considera (erróneamente) que ‘una buena hostia a tiempo’ sirve para corregir malas actitudes, pero a mi entender el problema de fondo del caso que nos ocupa es el machismo que propagaron ambas personas. Estamos permanentemente discutiendo dónde están los límites, sea en la libertad de expresión o en el humor, cuando en este caso podríamos resumir que la víctima ha sido una mujer, concretamente Jada Pinkett-Smith. Ella padece trastorno autoinmune de alopecia. El humorista se extralimitó en lo que le dijo (porque la humilló). El protagonista del Principe de Bel-Air (del que tenemos muchos un buen recuerdo de nuestra infancia), tras reírse de la ‘broma’, se levantó, se dirigió hacia quien había agredido verbalmente a «su” mujer (tal y como gritó) y consiguió que ese comentario impresentable quedase anulado por su actuación injustificable (por esa bofetada, esa agresión física). Todo esto ocurrió sin que ella hiciera algo para provocar esta situación, porque no tener pelo no ha sido una elección suya, ni tampoco incitó a nadie al no reírle las gracias al hombre que se metió con ella, con lo cual no desviemos el verdadero problema y señalemos la necesidad de acabar con los gallitos que se creen héroes. Ni la violencia verbal ni la física resuelven nada, porque el machismo no es más que una lacra de nuestra sociedad.
Suenan tambores de elecciones anticipadas en Andalucía. Este fin de semana se celebra en Sevilla el Congreso del PP por el que saldrá elegido como nuevo líder Feijóo. Imagino que muchas miradas estarán puestas en Moreno Bonilla, que tras los resultados en Castilla y León y la nueva relación con Vox, puede que decida no agotar la legislatura aprovechando la coyuntura y la unidad en el partido tras todo el terremoto que provocó el expediente y el posterior carpetazo a Ayuso por los contratos de las mascarillas en la Comunidad de Madrid. Veremos cómo compagina el líder gallego su nueva responsabilidad con la presidencia de la Xunta (en su día lo intentó Susana Díaz pero no le salió bien la jugada al perder frente a Pedro Sánchez en las primarias de 2017) y si es capaz de mantener la paz interna. Tengo especial interés por ver la despedida de la víctima de todo este proceso, que no es otro que Pablo Casado, porque con este último mes en la sombra y sin aparecer por ningún sitio no sé si lo que pretende es soltar todo lo que se guardó para su discurso de despedida o si preferirá irse por los cerros de Úbeda para decir adiós a su liderazgo sin hacer demasiado ruido. La verdad es que se marcha una persona que no me da ninguna pena, porque con su irresponsabilidad en algunas votaciones lo que demostró es que no ha estado a la altura de lo que debe ser un líder de la oposición en un contexto como el actual, pero también es verdad que se rodeó de personas que no le fueron leales (pienso sobre todo en el Alcalde de Madrid) que ahora le han dejado abandonado a su suerte, y eso tampoco me parece serio.
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