Los efectos económicos de la guerra

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

STEPHANIE LECOCQ | Efe

10 mar 2022 . Actualizado a las 09:10 h.

En 1919, Keynes escribió un duro y clarividente alegato contra el tratado de Versalles que selló el final de la Primera Guerra Mundial: Las consecuencias económicas de la paz. El brillante economista, que había dimitido como negociador británico, rechazaba las humillantes condiciones impuestas a Alemania y advertía de sus nefastas consecuencias. El tratado, profetizó, conducirá al mundo hacia «la fase más crítica que el hombre haya conocido». Dos décadas después se cumplió su vaticinio.

Todavía es pronto para adivinar los términos del acuerdo que, antes o después, pondrá fin a la invasión de Ucrania. Pero sí estamos sufriendo ya, en carne propia, las consecuencias económicas de la guerra. Y conocemos perfectamente, aunque edulcorado por los eufemismos de los políticos y los tecnicismos de los economistas, el nefasto resultado final para nuestras vidas: casi todos saldremos más pobres del conflicto. El adverbio casi señala las excepciones, porque la muerte y la destrucción alimenta a los buitres. Siempre hay quienes, en el parqué bursátil de la guerra, realiza prósperos negocios.

Nos estamos empobreciendo porque los precios se han disparado. Nuestros euros pierden valor a zancadas. Con el mismo dinero compramos un 7,4 % menos que hace un año, algo nunca visto desde 1989. Mucho peor lo tienen los más vulnerables, porque el roedor de la inflación se ceba especialmente en las rentas más bajas: los alimentos se encarecieron un 21 % en el último año. Es cierto que el rebrote de los precios se produjo antes de la invasión de Ucrania, pero entonces se confiaba en que fuese un achaque transitorio. Un constipado que se curaría con la llegada de la primavera. El belicismo de Putin lo ha convertido en tumor persistente y creciente. La quinta parte del alza de precios se atribuye a la guerra. Pero lo peor está por venir. Ni siquiera se descarta que el tumor derive en la metástasis de la estanflación: una combinación letal de estancamiento económico e inflación desbocada.

Los líderes occidentales afrontan un doble desafío. Por un lado, en aras de su propia seguridad y en defensa del pueblo ucraniano que sufre la masacre, el de parar a Putin. Por otra parte, el de minimizar el impacto de la guerra en sus economías. Un doble reto no exento de contradicciones, porque Putin controla el grifo de gas y del petróleo que están inflamando los precios energéticos y empobreciéndonos a —casi— todos. Dos botones de muestra de la incoherencia. Alemania envía armas a Ucrania, pero se opone al embargo del gas ruso del que depende su economía. Y Estados Unidos negocia con su enemigo Maduro —no con el «presidente encargado» Guaidó— una alternativa venezolana al petróleo ruso. Inescrutables designios de la economía global. Y un par de certezas en medio de la incertidumbre. Las consecuencias económicas de la guerra son las del empobrecimiento general. Y el sacrificio, contribución de los pueblos a la justa causa ucraniana, durará tanto como dure la guerra y será más intenso cuanto más se prolongue.