«No» es una palabra demasiado corta. Aunque su sentido es claro, con una sola sílaba muchas veces es tragada por lo que viene detrás y acaba siendo olvidada. Cuando Nixon dijo aquello de «no soy un chorizo», nadie recordó el «no». Cuando, en niveles históricos más humildes, Javier Fernández dijo que «Asturias no era un lodazal», nadie recordó qué dijo entre «Asturias» y «lodazal». Me pasa a veces en las sidrerías cuando quiero un chupito de orujo sin hielo. Tengo que insistir de manera circense en el «sin», porque el camarero tiende a recordar solo «chupito» y «hielo». Algo así le pasa a Vargas Llosa cuando, en una de sus soflamas sobre las bondades del neoliberalismo rapaz, explica lo que no es: no es una red de «alianzas mafiosas del poder político y empresarios influyentes para, prostituyendo el mercado, repartirse dádivas, monopolios y prebendas». ¿Quién se puede acordar de la negación, con lo bien que sintetiza la frase lo que realmente sí es el neoliberalismo? El PP, sobre todo el PP de Madrid, es exactamente eso: un conglomerado mafioso de poder político y empresarios para repartirse dádivas y prebendas. La capitalidad y la trampa fiscal por la que los ricos se ahorran entre cuatro y cinco mil millones anuales de impuestos garantizan siempre un flujo de riqueza que da para todo eso y que sale de la desnutrición de nuestros servicios públicos. Hay que tener esto en cuenta para entender el show del PP de estos días. Esto y Miguel Ángel Rodríguez, MAR para los amigos.
Lo del PP no es como lo del PSOE de aquellos días en que tiraron por el balcón al soldado Sánchez y se peleaban por la llave de no sé qué puerta, como si aquella llave fuera la Excálibur que diera el trono. Ni como lo de Podemos desde Vistalegre II hasta el fin de los tiempos. Cebrián, Felipe González y el PSOE caoba rompían el PSOE para que gobernara Rajoy. A su manera era una destrucción positiva, rompían el partido para fortalecer el gobierno en el que confiaban. Lo de Podemos era que demasiada gente había leído a Gramsci y demasiada gente tenía la visión del ¿Qué hacer? 2.0. Cuando las gotas de agua son demasiado pequeñas, se hacen bolitas que no llegan a juntarse y empapar. Cosa de pequeñez de pequeños fue todo aquello. Lo del PP no está siendo nada de eso. Rebosan pequeñez y mediocridad, eso desde luego. Pero no martillean el partido como si fuera un disco duro porque quieran apuntalar a un gobierno que crean que asegura sus intereses, como le pasaba a González. El PP es estructuralmente un negocio y una mafia. Los intereses ajenos al bien común, y muchas veces a la ley, son demasiado voluminosos como para que la coacción, el chantaje y la falta de escrúpulos no sean parte ordinaria del funcionamiento del partido - holding. Enemistades internas, clientelismo y codazos por poder o por miserias los veremos en todos los partidos. Pero las historias de espías, traiciones y amenazas del PP son de las que vemos en el cine en películas de bandas mafiosas.
MAR sabe mucho de comunicación pública, de chantajes, de debilidades y engaños. Aznar llegó a la Presidencia de Castilla y León tras la dimisión de Demetrio Madrid por una acusación falsa. Así empezó y así siguió. Pero hay algo más que un talento indudable para el manejo de audiencias. MAR es un radical y un temerario, fuerza las cosas y tantea sus límites. Durante la pandemia estuvo a sus anchas. Ayuso, su última creación, dio bandazos enloquecidos, singularizando a Madrid como comunidad estado asediada por comunistas, yendo a la contra de lo que fuera con un argumento y el contrario. Hubo momentos en que parecía inminente una moción de censura porque el descrédito parecía irrecuperable y otros momentos en que hacían creer que todo les daba la razón. Con tanto bandazo, y con Gabilondo ejerciendo de fraile, fueron desquiciando el ambiente y aprovecharon un momento adecuado para apuntalar su figura como un icono pop para el que la izquierda no encuentra discurso y solo sabe poner cara de fraile escandalizado. Pero fue temerario, no solo por las consecuencias peligrosas en la gestión de la pandemia (no hicieron el daño de Boris Johnson porque solo controlaban la ciudad estado y los demás no hicieron lo mismo), provocó un juego de todo o nada todos los días. Como ahora.
Casado es tan oscuro como el fondo del PP. Y el talento de García Egea es el justo para escupir con destreza huesos de aceitunas. La ambición de Casado, su mediocridad y sus prácticas mafiosas de medio pelo son evidentes. Nadie toma su liderazgo en serio. Huele mal todo. También lo de Ayuso y las mordidas de sus allegados en medio de una calamidad nacional. MAR sigue con su temeridad. Si acorralan a Ayuso, prende fuego a la casa o abre la puerta de los leones, así con el barullo no se verá otra vez la sala de máquinas del holding de Madrid. Vuelve el juego de todo o nada. Puede que esta vez se la haya ido la mano.
Por detrás de todo esto se espesa la sombra oscura de la ultraderecha. Con tanto reaccionario inyectando su mala baba en la vida pública, con tanto Trancas y Barrancas descerebrado riéndole las gracias, con tanta Cadena Ser blanqueando su sordidez, con tanto púlpito tronando y tanto rojipardo inventándose pasados sin negros, ni maricones, ni feministas, ni trans, ni independentistas, solo le faltaba a Abascal que la situación le dé el aspecto de un notario sereno entre borrachos vomitando. Con la presencia de la ultraderecha y su generosa y poderosa financiación, el ambiente político se oscureció, los odios se dispararon y los derechos de todos se combaten con desvergüenza. El sesgo de jueces y poder judicial es ya visible internacionalmente. Si alguien está sonriendo por el cisma del PP, es mejor que se serene. El fantasma reaccionario está ahí y está dentro del PP y de las instituciones. Trabajo le costó a Àngels Barceló y las líneas editoriales de PRISA ver cuál era la amenaza de la democracia. Tanto y tan atolondrado era su antipodemismo, que eran incapaces de enfrentarse a Vox si la misma censura no era al mismo tiempo aplicable a Podemos. Y así contribuyeron a normalizar la brutalidad, pretendiendo que un partido de corte socialdemócrata con alguna estridencia en las formas fuera el equivalente de un partido de extrema derecha explícitamente vinculado a redes fascistas. Aún recuerdo aquellos titulares grandilocuentes porque Pablo Iglesias había criticado en una conferencia a un periodista de El Mundo. Hasta Jabois escribió una columna sobre persecuciones de periodistas libres. Los fachas siguen estos días amenazando por la calle a Antonio Maestre jaleados desde ciertas emisoras de radio. No veo titulares ni columnas de Jabois.
La provocación y el gamberrismo ahora es de Vox y Podemos solo puede adoptar las maneras del laborismo circunspecto de Yolanda Díaz, a ver si los pequeños crecen o menguan y se evaporan. El PSOE va camino de ser el centroderecha educado, tolerante y con cierta sensibilidad social dentro de una ortodoxia neoliberal. Las temeridades de MAR a veces salen bien. Ayuso tiene muchos apoyos poderosos. Igual le da por montar su propia plataforma populista de derechas. El PSOE y lo que sea que venga con Yolanda Díaz tienen que buscar un discurso que no tienen. No vale con criticar las políticas ultraconservadoras de Ayuso ? MAR. Ella ya es un icono pop, una celebridad asociada a maneras de pasar el rato con las que empatiza la gente. En una viñeta de Forges de los 70, se ve un supermercado con una oferta: por cada dos litros de aceite, una patada en la boca. El dibujo mostraba a las amas de casa con el aceite haciendo cola encantadas para recibir su patada en la boca. Después de este cisma no vendrá la nada ni un PP honesto o moderado. Un icono pop puede invitarte a unas cañas entre risas y como oferta quitarte la educación, la sanidad y la pensión y hacer cola para ir a votarla. Vox está al acecho, MAR es muy listo, Ayuso da juego y la izquierda es muy escandalizable. La izquierda puede ganar si entiende a qué se enfrenta.
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