Una daga es fácil de ocultar entre la ropa. De ahí que no vérsela ni a Teodoro García Egea ni a su reflejo cuando, cada uno por su lado, se dirigen a ajusticiar a Isabel Díaz Ayuso, no quiere decir que no la lleven. A cámara, los Teodoro dirán una verdad incontestable: estamos ante «lo nunca visto» en el PP. Y mira que se han visto cosas ahí. Un suicidio de tamañas proporciones y en riguroso directo, nunca. El mérito es suyo. La historia recientísima del PP se puede empezar como un cuento: érase una vez un partido empeñado en romperse la crisma, y no se llama Ciudadanos. Ni Sánchez y Abascal juntos hubiesen escrito un guion mejor. A estas horas, ambos andarán acariciando gatitos. Si las paredes de Génova hablasen, repetirían la expresión que hizo popular Rajoy: «Joder, qué tropa». Decir que la dirección del PP anda como pollo sin cabeza es poco. El pollo, léase Pablo Casado, hizo ayer mutis por el foro. Quién sabe si tenía clase de lira.