Casado refuerza a la ultraderecha

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

Photogenic / Claudia Alba

14 feb 2022 . Actualizado a las 08:44 h.

Vaya por delante que cuando ganas las elecciones y vas a gobernar no se puede hablar de fracaso. Pero Casado no ha conseguido lo que esperaba con el adelanto electoral, que promovió por puro cálculo no solo partidista sino personal: dejar herido de muerte a Sánchez para rematarlo en Andalucía. Ese era su principal objetivo. Pero tenía otro, inconfesable: demostrar que la victoria arrolladora de Madrid no se debía a Ayuso, sino al peso de las siglas de un partido que le llevaría indefectiblemente a la Moncloa. Incluso llegó a acariciar la mayoría absoluta, pero el PP se fue desinflando a medida que avanzaban los días. Y a ello contribuyó de forma decisiva la mala, hiperactiva y en ocasiones grotesca campaña de Casado, rodeado de vacas, cerdos, ovejas o jamones, defendiendo la remolacha y el vino, y asumiendo el lenguaje de la ultraderecha. Ni siquiera faltaron ETA y Venezuela. Dejaba claro que quien se la jugaba era él. Al final, ha hecho un mal negocio, cambiar como socio a Ciudadanos por Vox, al que ha regalado un triunfo que le permite exigir entrar en el Gobierno, como hizo ya Abascal, el árbitro de la situación. Lo que se ha visualizado es que el único aliado posible de Casado para ser presidente es un partido al que en Alemania o Francia se pone un cordón sanitario. Mañueco seguirá siendo presidente de Castilla y León, pero el verdadero ganador es Abascal. El líder del PP ha hecho que una victoria en las urnas, aunque menor, y una clara derrota de los socialistas tenga un sabor agridulce por las altas expectativas que él mismo creó. Casado no es Feijoo, que ha laminado a la extrema derecha en Galicia; ni Ayuso, que la frenó y barrió en Madrid. En Castilla y León, el «efecto Casado» ha sido contraproducente.