La ñoñez del Día de la Paz

OPINIÓN

María Pedreda

10 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Como todos los años por estas fechas, se celebra el día escolar para la paz y la no violencia, vamos «el Día de la Paz» de toda la vida. Es una celebración curiosa, empezando porque visto lo visto no hay nada que celebrar, pero volvamos. El Día de la Paz es, desde que se instauró allá por 1964, una «fiesta», si me permite, ñoña, cándida y en ocasiones no tan ingenua como parece. ¿Resulta ésta otra de esas posturas antipedagógicas, antisociales, anticristianas y yo qué sé más…? -Pues será-.

No voy a criticar esta celebración empuñando argumentos históricos o prehistóricos del tipo: llevamos dándonos golpes desde Atapuerca -por cierto, cada vez más fuerte-, o porque la evolución no va en línea recta, o sí, pero no por el camino que desearíamos. O porque el ser humano está programado para ser: cruel, despiadado y brutal o, quizás sería oportuno afirmar que el hombre es violento hasta en la paz; recuerde el aforismo latino Si vis pacem parabellum -que tanto éxito tuvo con la «Pax Romana»-. En definitiva, podríamos decir que la paz, o mejor dicho la no paz, se debe a que el hombre es así. De ser cierto lo anterior, cosa que desgraciadamente creo, el análisis del Día de la Paz estaría cerrado, porque si somos así, a ver cómo cambiamos un comportamiento de más de un millón de años, -ni con un trasplante de cerebro-.

Pero el día de la Paz tiene más cuerda. Primero habría que hablar del movimiento pacifista en sus dos vertientes: ética y política. De esta última habría que decir, en nuestro contexto español, que las corrientes pacifistas son casi siempre movilizadas por «la izquierda» normalmente en contra del gobierno de «derechas» y cuando no lo es, en contra de los partidos que los representan. Esto es así porque la derecha se identifica con los militares, el Régimen y la guerra entre otras cosas -y cuando la llama decae ya se encargan de atizarla-. Otra cara del movimiento pacifista es el ético, motor que impulsa esta festividad en las escuelas… -quiero suponer-. El pacifismo ético se caracteriza por su docilidad y sus manifestantes suelen portar velas, palomitas de la paz u otros símbolos conciliadores. Aquí podemos encontrar entre otros a: niños, monjas y personas en general de buena fe. Todos ellos unidos por el rechazo a las guerras en general y no sólo por el deseo sincero de alargar los periodos entre conflictos sino de alcanzar el ideal Kantiano de la «Paz perpetua», o de otra forma: la desaparición total de las guerras, pese a que la propuesta del prusiano chocara con los ideales democráticos actuales.

Como se decía, el pacifismo ético es el mayor responsable de que esta fecha, reconocida y avivada por la ONU, sea conmemorada en los colegios el día 30 de enero (coincidiendo con el aniversario del asesinato de Gandhi). Pero ¿cuál es el valor que se intenta trasmitir en las escuelas? Pues en teoría se podría decir que la pretensión sería la sustitución de la violencia por la negociación, todo lo demás son adornos de un mismo deseo. No hay duda que esta aspiración, por muy utópica que resulte, es irreprochable y además deseable. La cuestión es que el rosismo que tiñe la fecha, hace que los escolares como de costumbre, no se enteren de nada. Lo que en realidad enseñan los profesores a los niños son eslóganes vacíos -muy bonitos eso sí- «No a la guerra», «Paz para todos»,… Los niños se hartan de hacer murales, dibujitos de negros, chinos y caucásicos abrazados, infinidad de manos cavernícolas impresas y la omnipresente paloma blanca de la paz, -que no por blanca buena ni limpia, más bien guarreta y bastante agresiva, por cierto- Estos símbolos no hacen más que banalizar una cuestión extremadamente compleja que no es explicada como se debe en los centros docentes. Limitándose, ya sea por falta de ganas o formación, a celebrar festivales hippy flower como si fuera Woodstock o verbalizar mantras como si estuviéramos en el Shambhala.

Por muy buenas que sean las intenciones en las escuelas, la Paz es un concepto tan extenso y metafísico que no se puede resumir con cuatro simplezas buenistas. Habría que explicar que la Paz es una idea anhelada por todos, hasta por los más violentos, porque nadie rechaza la Paz, incluso aquellos que usan la guerra, en el fondo lo que quieren es imponer su Paz, eso sí después de machacarte-. La mayoría de los docentes explican esta realidad desde una postura infantilizada y maniqueísta, los buenos son pacíficos y los malos guerreros, y se quedan tan panchos -¿Para eso necesitan cuatro días de preparación y uno de festividad?-. Los niños deberían conocer que nadie, a excepción de cuatro enfermos mentales, desea la guerra. Ni siquiera los más militaristas, sirva como ejemplo la forma en la que los ejércitos de todo el mundo rechazan la denominación de la palabra «guerra». Ahora sustituyen sin complejos la expresión «misión de guerra» por «misión de paz», o «Ministerio de la Guerra» por «Ministerio de Defensa» -bonitos eufemismos-. Aunque es más divertido ese, en el que en vez de “ganar una guerra” en realidad se logra la “Paz de la victoria” -La paz del palo diría yo-. Como podemos observar el término “guerra”, como realidad antagónica de “paz” se destierra en un intento hipócrita que pretende eliminar la palabra del lenguaje. Como si por hacerla desaparecer, también lo haría el hecho -por simpatía pienso-. Cuando la misma ONU habla de alguna campaña bélica, utiliza la expresión “Método de resolución de conflictos”, y ya sabe como se resuelven los conflictos cuando se agotan todas las posibilidades de diálogo, -no lo digo yo, lo decía Clausewitch, que de paz, o mejor dicho de guerra, sabía lo suyo-. ¿Y cómo explicaría el hecho de que la mayoría de las paces se sustentan en la guerra?, Como la que obligan a cumplir aquellos estados con poderío militar o nuclear. -Verá lo que le dice el ruso al ucraniano dentro de cuatro días: «¿A qué quieres paz ehh…?»

Querámoslo o no la Paz perpetua solo se alcanzará cuando los Estados sean perfectos y al nuestro… aún le queda, quizás en otra dimensión paralela ya la hayan logrado, quién sabe. Acciones como la discusión o el debate son siempre preferibles a la pelea, pero ¿se puede debatir con quién ha invadido tu país…? Queridos profesores no despisten a los escolares con circunloquios ni verdades edulcoradas, lo que ocurre en el patio no se puede extrapolar a la política, dejen las peroratas de «no a la violencia», «sí al diálogo», «no a las armas»… ¿Acaso es raro que la policía lleve porra? -Vamos a ver señor profesor, quiere decir que los agentes de la Ley deberían convencer al atracador para que devolviera el dinero que acaba de robar en el banco?, o ¿deberían de desaparecer las desigualdades en el mundo para que nadie tuviera que convertirse en ladrón? -no creo que ese sea un planteamiento correcto para fomentar el espíritu crítico de nuestros pequeños, describir un mundo de gominola, con rejas de regaliz y armas de caramelo no es realista- Es más pienso que el tema de la Paz, con toda su dificultad, debería plantearse en otros estadios evolutivos más maduros y… desde luego, escoger otra excusa que no sea el enmarañado concepto Paz.

Creo que para enseñar a los más pequeños el uso del diálogo y la discusión, no es necesario señalar un día en el calendario para confeccionar palomitas blancas. Al final el día estará tan vacío que la única diferencia que habrá para los niños entre el 30 de enero, Día de la Paz y el 31 de octubre, Día de Halloween, es la figurita de cartulina que recortarán en clase.