Mijaíl Gorbachov, último presidente de la Unión Soviética, ha asegurado en repetidas ocasiones que James Baker, secretario de Estado de EE.UU., le prometió en 1990 que, si no se oponía a la reunificación alemana, la OTAN no se expandiría hacia el este. Pero nada se puso por escrito, nada se firmó. En 1999, Polonia, Hungría y la República Checa se unieron a la Alianza Atlántica, y en el 2004 lo hicieron Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia, a los que seguirían Albania y Croacia, en el 2009, Montenegro en el 2017 y Macedonia del Norte en el 2020. Es decir, junto con cuatro países de la ex Yugoslavia, todos los que habían pertenecido al pacto de Varsovia pasaron a formar parte de la OTAN, además de los tres estados bálticos, que habían sido parte integrante de la URSS.
Cuando en la cumbre de Bucarest, en el 2008, la OTAN declaró que admitiría como miembros a Ucrania y Georgia (sin fecha), Rusia ya no era el país débil e inerme de los años 90 bajo la presidencia de Borís Yeltsin. Putin estaba reconstruyendo el poder militar de Rusia y lo demostró pocos meses después defendiendo la independencia de facto de las regiones de Osetia del Sur y Abjasia frente al intento de recuperarlas del presidente georgiano Mijeil Saakashvili, y cuatro años más tarde al enfrentarse al régimen que instauró en Ucrania el golpe de estado del Maidán, recuperando Crimea y Sebastopol —que habían sido rusas hasta 1954— y apoyando a los separatistas del Donbás, aunque Moscú nunca aceptó su integración en la Federación Rusa, que los separatistas solicitaron.
Los acuerdos de Minsk II que firmaron Rusia, Ucrania, Alemania y Francia (cuarteto de Dunkerque) para acabar con el conflicto del Dombás nunca se cumplieron. Tampoco por parte de Ucrania, que debía hacer una reforma constitucional para dar autonomía a esas regiones y decretar una amnistía. ¿Pretende Rusia invadir ahora Ucrania? Probablemente, no. Las demostraciones de fuerza, como el despliegue militar ruso, se hacen para disuadir. Tal vez en este caso para disuadir a Kiev de intentar recuperar el Donbás por la fuerza, a lo que podría estar animándole algún país occidental. Si esto sucediera, Rusia no permanecería pasiva, con consecuencias imprevisibles. Eso es lo que Moscú quiere dejar claro.
Lo que Putin pretende es que la OTAN detenga su ampliación y su despliegue militar cerca de sus fronteras. ¿Supone eso una inaceptable limitación de soberanía de estados que formaron parte de la URSS, una vuelta al imperialismo soviético? ¿O es simplemente una reivindicación de que Rusia vuelve a ser fuerte y no va a permitir un acoso militar que entiende como una amenaza? ¿Tiene Rusia algún derecho sobre su entorno, puede reivindicar una «zona de influencia»? ¿Es libre Ucrania?
El portavoz del Kremlin ha aludido a la posibilidad de desplegar armas rusas en Cuba y Venezuela, lo que seguramente no sucederá porque no tiene ningún sentido estratégico, pero es una forma de poner en evidencia cómo se sienten los dirigentes rusos ante el despliegue de unidades militares de la OTAN cerca de sus fronteras. Naturalmente, Cuba es un estado tan soberano como Ucrania y podría tomar la decisión de albergar en su territorio armas o unidades militares de la procedencia que quisiera. Y un país democrático como EE.UU. nunca trataría de limitar su soberanía para esta elección ¿O sí?
La OTAN no va a reconocer nunca a Rusia la capacidad de vetar su ampliación, ni la de limitar la soberanía de ningún país para tomar sus propias decisiones, o elegir a qué club quiere pertenecer. Y es justo que así sea. Pero tampoco está obligada a aceptar como miembro a ningún estado. Lo lógico es que se estudie si esa inclusión aumenta la seguridad —de ese país y del conjunto— o la debilita, porque en este último caso no parece que sea buen negocio. Tal vez este sea el caso de Ucrania y Georgia, dos países que tienen regiones separatistas amparadas por Rusia, y que podrían pedir al día siguiente de la entrada en la Alianza la aplicación del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, provocando una guerra que nadie desea, mayor inestabilidad global y más sufrimiento, también en su población.
Parece más sensato llegar a un acuerdo amplio con todos los actores implicados, incluyendo Rusia, que garantice la seguridad e integridad de los estados de la vecindad compartida, es decir, de los seis miembros de la Asociación Oriental de la UE, a cambio del compromiso de todos con su neutralidad soberana e inviolable. En el caso de Ucrania, que tiene dos almas, una prorrusa y otra prooccidental, sería seguramente la solución perfecta. Austria no ha tenido ningún problema de seguridad por ser neutral. Tampoco Finlandia, a pesar de tener frontera con Rusia, aunque ahora parece que podría tratar de unirse a la OTAN si lo hace Suecia ¿Por qué no buscar un estatus similar para todos los estados que han quedado en tierra de nadie tras la disolución de la URSS?
Este acuerdo podría incluir, además, una solución política para todos los enclaves secesionistas que apoya Rusia, que podrían integrarse definitivamente en los estados a los que pertenecen a cambio de un estatuto de autonomía que garantice su peculiaridad, al modo de lo previsto en Minsk II para el Donbás, también garantizado por todos los firmantes del acuerdo. No sería una conferencia de Yalta II, como algunos arguyen temiendo un nuevo reparto de esferas de influencia, sino un acta final del Helsinki II, para sentar las bases de una cooperación pacífica en Europa, aunque ahora debería tener el carácter vinculante que no tuvo aquella.
No necesitamos más guerras, ya ha habido bastantes. Ni más tensiones, ni más ansiedad. Con la pandemia tenemos bastante. Sentémonos a dialogar. Siempre hay algo que la otra parte quiere o necesita. En el caso de Rusia, su dependencia económica de la UE es decisiva. En el caso de la UE existe también una vulnerabilidad energética. Busquemos soluciones aceptables para todos. Y hagámoslo los europeos para beneficio de los europeos. EE.UU. es nuestro aliado y protector, lo que agradecemos. También tiene intereses geopolíticos en Europa, lo que comprendemos. Pero no es Europa, no lo olvidemos.
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