![Playa de San Lorenzo, en Gijón](https://img.lavdg.com/sc/ewYA8IufohQvbjnb2vKyzRNDvxg=/480x/2022/01/03/00121641208945471856972/Foto/san.jpg)
Suelo ser bastante reiterativo en mis opiniones sobre lo que ocurre en esta ciudad con la contaminación y el deterioro producido por obras especulativas e innecesarias. Es de sobresaliente negativo total para nuestros mandatarios políticos y responsables en materia ecológica y de medio ambiente Tanto es así, que hay motivos en mi opinión, para abrir una investigación por parte de las autoridades competentes en esta materia.
Para quienes disfrutamos del esplendor de la playa de San Lorenzo de Gijón en los felices años 60 es muy triste contemplar ahora, imágenes como la que muestra esta fotografía, que fue tomada el pasado día 5 de diciembre del año que acaba de finalizar, poco después de la pleamar vespertina. La altura de la marea, según los datos oficiales, era de 4,36 m. La pleamar oficial era a las 17.02 horas.
![Playa de San Lorenzo, en Gijón](https://img.lavdg.com/sc/ewYA8IufohQvbjnb2vKyzRNDvxg=/480x/2022/01/03/00121641208945471856972/Foto/san.jpg)
El cauce del río Piles, a la altura del estadio de fútbol de El Molinón, estaba a punto de desbordarse. Y toda aquella masa de agua iba llegando a la playa. El viento soplaba del NNW (Nor Noroeste).
Lo cierto es que la playa, la zona de arena seca, que, salvo en contadas situaciones excepcionales, antes de realizarse los dragados cerca de las Amosucas, permanecía siempre descubierta, ahora queda totalmente cubierta por el agua. Los troncos, palos y residuos asquerosos procedentes del sistema de saneamiento, que no sanea, llegan fácilmente hasta el muro de cierre de la playa, y al bajar la marea se quedan depositados allí mismo, hasta dónde llega el agua, en pleamar
Que una playa urbana como la de San Lorenzo, que es una auténtica joya, el orgullo de cuantos llevamos a Gijón en el alma, lleve años perdiendo arena, es un atentado contra la propia naturaleza. Que lleve más de tres décadas invadida de forma intermitente por el carbón vertido en enero de 1986 por el buque «Castillo de Salas» -carbón que no se debería confundir con las diminutas partículas que llegan al arenal gijonés procedentes de operaciones o apilamientos hechos en el ya conocido por el puerto basura de Europa o sus proximidades, es intolerable.
Y que, como colofón a tanto desvarío, las aguas de baño y las arenas próximas se cubran con frecuencia de repulsivas espumas malolientes, relacionadas presumiblemente con las aguas fecales que bajan por el río Piles o brotan cerca de playa de Peñarrubia y viajan impulsadas por los vientos y las corrientes bordeando la costa hasta llegar el arenal gijonés, no deja ser un insulto al pueblo de Gijón y a cuantos tienen el legítimo derecho a disfrutar de esa playa. Sean de donde sean, tanto en verano como en cualquier otra época del año. No hay justificación para tanto desastre acumulado, para tanto proyecto adulterado, para tantos intereses inconfesables.
Gijón debe recuperar una playa limpia y con un volumen de arena similar al que tenía antes de que las dragas extrajesen frente al puerto gijonés unos 30 millones de metros cúbicos de arena, que fueron destinados a las obras de ampliación del puerto de El Musel.
Gijón no merece esta especie de castigo bíblico, esta burla que se intenta enmascarar mediante trucos pueriles, tales como decir que las espumas pestilentes provienen de una prolífica variedad de ignotas algas y que las piedras de carbón vertidas por el «Castillo de Salas», más de 70.000 toneladas, algunas de las cuales están redondeadas por años de erosionarse sobre el fondo y llegan a tener 5 cm de tamaño, se confunden con pequeñas partículas de otro origen. Dígase de una vez por todas, y con rigor científico, que porcentaje hay de uno y otro tipo de carbón.
El cauce del río Piles es un depósito de todo tipo de materiales nocivos para la salubridad de sus aguas. Los informes científicos requieren evidencias verificables; cosa muy distinta a los actos de fe, que hay que tragárselos porque sí.
Por otra parte, en ocasiones, se invocan desmesuradas subidas del nivel del mar para justificar la pérdida de playa seca. Quizás deberían detenerse quienes así se pronuncian a pensar que las supuestas elevaciones del nivel de la mar, en Gijón, contrastan groseramente con los datos registrados por el mareógrafo instalado en el puerto de El Musel, cuya función es precisamente marcar esas alturas.
Gobierno central, Autoridad Portuaria, Gobierno regional y Ayuntamiento de Gijón, entre otras instituciones, y algunos medios, deberían demostrar que hacer política, gobernar e informar no es plegarse siempre a los intereses de unos pocos, y pedir simultáneamente a los/las gijoneses/as resignación y tolerancia con las complicidades internas y externas.
Sería deseable que hubiera menos sumisión ante un despropósito de enormes dimensiones para nuestra ciudad, más coraje frente a quienes no son más que puros oficiantes del capitalismo salvaje. Los gijoneses/as deberíamos tomar conciencia de lo que estamos sufriendo, deberíamos ser más críticos y exigentes con quienes han de aportar soluciones eficaces, sin más dilaciones y entretenimientos.
Gijón no debería permanecer por más tiempo insensible a una situación intolerable, que tiene remedio. Reparar el daño causado debería ser un objetivo inmediato para quienes tienen los recursos y el poder necesario para hacerlo.