Fin de año amnésico y con reforma laboral

OPINIÓN

Yolanda Díaz, durante una rueda de prensa posterior a un Consejo de Ministros
Yolanda Díaz, durante una rueda de prensa posterior a un Consejo de Ministros J.J. Guillén | EFE

01 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Muchas veces me tocó estar en reuniones que debían acabar en una votación para decidir algo. Tuve bastantes veces la sensación socarrona de que la mayor habilidad dialéctica en ese tipo de circunstancia era la de convencer a los demás de que la reunión había acabado. En esos comités se amasan argumentos y las posibles decisiones finales van desfilando como un magma lento y pesado. En algún momento la opción preferida será el caldo gordo que estén moviendo los reunidos. Quien tenga la habilidad de convencer a los demás de que justo ahí se había llegado a una conclusión y de que la reunión había acabado tiene muchas posibilidades de salirse con la suya. Cuando una reunión es ineficiente, y eso pasa muchas veces, los momentos de la deliberación no condensan los argumentos y datos que se fueron considerando, sino que son un carrusel de momentos amnésicos desconectados. Lo que se presentará como conclusión en realidad será el punto en que se paró una ruleta.

Así acaba 2021. No paran de divulgarse sondeos y da la sensación de que todos los presidentes y presidentas de todas las Españas están ante el carrusel de fotos fijas con el dedo en el botón rojo para convocar elecciones cuando la foto sea la conveniente. Cada vez es más valiosa la capacidad de hacer creer a los demás que la legislatura está acabada, como en las reuniones. Hay en la actualidad asuntos de fondo claves para el país y de dimensión internacional que son invisibles en el ánimo de la gente. Todo lo que tenga que ver con Rusia y Argelia tiene que ver con el precio del gas y, de rebote, con el de la luz. Los roces con Ucrania y Marruecos nos implican. Turquía y Grecia abren fisuras entre Francia y Alemania, la viga maestra de la UE. Italia puede enrarecer a Europa. Rusia mueve ficha en la UE todos los días, Marruecos juega sus cartas y la obsesión de EEUU es China. Sánchez está en esos asuntos con más criterio que Felipe González, a pesar de lo que crea el ex, con Calviño como interfaz con las tripas de la UE. El PP anda desnortado por Europa, el Magreb y el ancho mundo. Vox está bien asentado en las redes internacionales de las ultraderechas. UP sigue inexistente en temas internacionales. Las consignas de manifestaciones no son política internacional. Yolanda Díaz prefiere callar a estorbar.

Las propagandas buscarán un relato en el ánimo de la gente a base de sesgos de los asuntos que sí están en el ánimo de la gente, con iluminación y ocultación para conseguir la imagen de la escena conveniente. El Rey emérito y la Corona, la sexta ola de la pandemia, los precios, la luz, la tensión territorial, el enfoque conservador en el CGPJ, la situación económica, las minorías, las leyes de igualdad… todo son hidras de varias cabezas capaces de monopolizar la percepción de la actualidad. En la situación económica, por ejemplo, los focos de las distintas propagandas compiten por iluminar unas zonas u otras. De momento, la propaganda hiperbólica del PP y Vox consigue el éxito de que la mayoría de la gente no vea mal su situación económica y considere que es mala o muy mala la general del país.

La reforma laboral es un caso estrella de esfuerzos intensos de iluminación y sombras que alimenten un relato u otro. Las promesas son el arranque de la política, porque son los anuncios de propósitos; y son la salida de la política, porque la evaluación de su cumplimiento acaba muchas veces en el diccionario, fuera de la política. La discusión sobre si el Gobierno derogó o no la reforma laboral de Rajoy, como había prometido, va a consistir en discutir qué es derogar y qué es reformar una ley. El diccionario será generoso y permitirá que el Gobierno haya cumplido su promesa y que no la haya cumplido. La cuestión es, decía, de iluminación. Si hacemos un balance de claros y oscuros, saldrá un balance positivo para el Gobierno y los trabajadores. Si consideramos dos riesgos que son más que riesgos, la cosa sigue bien para el Gobierno, pero no para los trabajadores.

Cada reforma laboral consistió en quitar derechos a los trabajadores y marcar un horizonte de más merma de derechos, como si eso no fuera política sino la tendencia inevitable de los tiempos. Luces. En esta reforma laboral se recuperan derechos, menos de los que se perdieron, pero se invierte la tendencia y se muestra que no son los tiempos sino los gobiernos los que quitan derechos. Se recuperan derechos en tres aspectos importantes: devaluación de los salarios, al dar prioridad legal a las negociaciones colectivas sectoriales sobre las de empresa; temporalidad de los contratos; y subcontratación, que es la fisura por donde entran los peores contrabandos. Sombras.

Esta reforma laboral mantiene, sin embargo, las facilidades y abaratamiento de los despidos, que afectarán de manera contundente a salarios y condiciones. Más luces. Se vuelve a dar papel a los sindicatos. Se vuelve a los acuerdos. El éxito político es rotundo y la derecha está desconcertada. La apuesta política de la derecha, en todos sus sabores, es el bloqueo, la polarización y el frentismo. Y la CEOE se sienta, negocia y firma. Es una disidencia de las maneras de la derecha en toda regla y deja al PP como una canica tintineando desafinada y sin discurso ante Europa. Yolanda Díaz sigue sumando éxitos al capitalizar la reforma y al proyectar a la vez sensación de firmeza y de diálogo. Dos cualidades muy apetecidas en estos tiempos.

Los riesgos que son más que riesgos. Los sindicatos vuelven a las mesas donde se deciden cosas. Pero no se movilizaron. Antonio Maestre dijo que hacen falta adoquines y no mesas con carpetas. Algo de eso hay. Solo se consiguieron derechos cuando hubo dos trenes que prefirieron no chocar. Tiene que haber mesas y carpetas. Pero también movilización. La patronal hace mucho más que mover carpetas en mesas. Las luces de la reforma son muy débiles porque dependen de un momento político concreto. La fuerza social y fáctica que va en sentido contrario es muy sólida.

Digamos el segundo riesgo que es más que riesgo con términos misteriosos. Tendemos a olvidarnos de las cuantificaciones parciales. Si digo que en algunos hospitales de Europa se deja morir a ancianos enfermos porque no compensan los costes, es posible que se me acepte la afirmación. Si luego digo que eso demuestra que en Europa el mercantilismo es despiadado, es posible que también se me acepte, porque la gente se habrá olvidado de que dije «algunos». Solo se recuerda lo de dejar morir a los ancianos en los hospitales porque la cuantificación parcial desaparece de la memoria.

Se supone que la reforma laboral no es todo lo que quería la izquierda que forma el Gobierno, sino solo algunas de las cosas que pretendía. Cabría pensar que se mantendrá el pulso para lograr más cosas de esas que quiere la izquierda. Pero siempre es más fácil chocar con el humilde que con el poderoso, para la izquierda también. Y las cuantificaciones parciales tienden a desaparecer. De ser una parte de lo que quería la izquierda se pasa muy fácilmente a ser la reforma que quería la izquierda. Recuerden cuántos años necesitó el PSOE para modificar aquella ley del aborto que recogía parte de lo que quería. Y cómo el republicanismo acabó siendo un alma dentro de un cuerpo monárquico. El riesgo que es más que riesgo es que lo que ahora son renuncias se asimile como doctrina a partir de la cual haya que hacer más renuncias.

2021 acaba muy polarizado y muy emocional. Los estados emocionales inducen actitudes amnésicas. Cualquier tema puede monopolizar el estado de ánimo de la gente y gobernar su voto. Hay riesgo de que el voto no lo mueva el balance de lo ocurrido, sino lo que en ese momento tenga atrapado el ánimo, que todo dependa del momento en que se pare la ruleta de la legislatura y que ese momento sea amnésico. Por eso hablamos de elecciones cuando faltan dos años. Intuimos que ganará el que tenga habilidad de convencer a los demás de que la legislatura se acabó, como en las reuniones ineficientes. 2022 será un año mejor. O no.