En estas fechas, sobre todo tras otro año convulso, uno hace memoria y reflexiona sobre los mejores momentos del 2021. Es necesario este ejercicio. Somos seres que piensan. Hay que frenar y meditar. Les sanará. Si separamos los grandes tik tok personales (viajes, encuentros, miradas, calor, hijos), a mí lo excelente me lo regaló una compañera y amiga del trabajo. Fueron libros. Lecturas que me incendiaron por dentro o que, simplemente, me entretuvieron. Esta es mi respuesta a qué regalar en Reyes: libros. Va el primero, Hamnet, de Maggie O'Farrell. Una pequeña joya. Maravilloso. Conmovedor. Brillante. Cuenta la supuesta historia de cómo un joven matrimonio sufre una desgracia. El marido es nada menos que William Shakespeare, pero es ella quien importa.
El segundo es la explosión del año. La anomalía. Un ejercicio alucinante de cómo un autor puede jugar contigo hasta el infinito y más allá entrelazando un montón de historias. Se llama La anomalía. Es de Hervé Le Tellier. Junto a Hamnet son los dos éxitos del año. Los encontrarán en cualquier librería, esos lugares que, como las bibliotecas, son oasis de luz. Insisto. Si pillan La anomalía, no lo soltarán hasta salir de él transformados.
Mi amiga, que acierta mucho, luego me llevó hacia el polémico último libro de Stephen King. Para ella y para mí, absolutamente genial. Se titula Billy Summers y va de un asesino a sueldo y su encuentro con una jovencita que le cambiará la vida. Para algunos adoradores de King, una estafa. No es de terror. Es un thriller. No. Es mucho más que un thriller. Es un libro dentro de otro libro. Y demuestra que King, además de entretener, sabe hacer alta literatura. Ya está bien de ningunearlo.
Por otra vía, por el camino del destino, me llegó otra maravilla. Un libro de hace unos años, de 2013, que se devora, a mordiscos. Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler. Romanticismo en la vena del cuello. Distintas voces nos cuentan desde dentro la historia de una pandilla de amigos como todas las pandillas de amigos del mundo. Con sus momentos épicos y sus instantes para sufrir, juntos o revueltos. Viven, aman, lloran y ríen desde el corazón de Estados Unidos, un pueblo de Wisconsin. No les defraudará.
Mi madre en el hospital, desde la sabiduría que da la edad, solo pide «algo para leer». No se necesita más, mientras la cabeza funciona, si uno sabe estar bien consigo mismo. Abandonarse en unas páginas y aparecer al otro lado del planeta o en otra época. Los libros te atraviesan el alma y no precisan receta. Los corazones que bombean tinta son de otra pasta, pasta de papel o electrónica, pero en los libros, hasta en los facilones, se hace con la lectura un ejercicio que no se logra papando series, con todo mi respeto para las series. Y una cosa no excluye la otra. Les he señalado cuatro libros, cuatro ases, los libros siempre nos hacen más libres.
Leer es asombro.
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